Mientras el oficialismo prepara el golpe legislativo de la sobrerepresentación que daría al gobierno facultades de un constituyente permanente, los partidos de oposición siguen ofuscados, sin autocrítica ni propuestas para corregir errores; incapaces de reconocer que ya no conectan con la gente.
En ese ambiente conformista, no parecen registrar que gran parte de la población ya no está dispuesta a volver a votar por ellos y que simular la renovación de sus dirigencias sólo hará más profunda su crisis.
No es fácil determinar en qué dirección se moverá el tablero político del país, pero existe una enorme necesidad de que surjan nuevos partidos políticos que impulsen una verdadera estructura republicana y se aparten de la típica fórmula centralista.
Estos nuevos actores políticos deben emanar de la perifería hacia el centro, para retomar y fortalecer la olvidada configuración del Pacto Federal y la esencia del federalismo. Ello implica que cada entidad comience por gestar partidos locales que representen auténticos intereses sociales en cada uno de los 32 estados, y así avanzar hacia la conformación de una bien articulada alianza nacional.
En este modelo los diputados locales y los ayuntamientos deben surgir de los municipios para garantizar una verdadera representación y fuerza populares, hoy desplazados por ambiciones y acomodos partidistas. Así mismo, los diputados federales, senadores y Presidente de la República emergerían de un ejercicio compartido de propuestas y acuerdos locales y federales.
Un sistema así fortalecería la ciudadanización de la política, materia hoy ajena y distante al común de las personas y empoderaría a los ciudadanos a la vez que restaría protagonismo a los personajes desgastados de siempre, permitiendo surgir nuevos políticos comprometidos con las localidades y que en conjunto y bajo consenso podrían alcanzar una dimensión nacional.
A los actuales dirigentes les aterroriza aceptar lo que muchos vimos venir, la extinción del PRD y muy pronto la del PRI. El PAN cree que salió bien librado, pero también carga con un alto porcentaje de votos en contra.
La oposición está aferrerrada al discurso de haber enfrentado una elección de Estado, y no les falta razón, hay muchas trampas y conductas ilicitas sin inverstigar, y muchas otras que aunque demostradas quedarán impunes, como las cometidas por el presidente y confirmadas por el propio Tribunal Electoral, pero que han advertido la imposibilidad de imponer sanción alguna. Ante una respuesta como esa ¿qué podemos esperar? Que la conducta se repita una y otra vez en próximas elecciones.
Tanto Morena y sus aliados, como los partidos que gobernaron en el pasado, han dejado un país de damnificados que les ha valido la animadversión de gran parte de la población. Por eso MC fue el único partido que creció en simpatía y votos, los demás perdieron, síntoma de que la sociedad cambió y ya no confía en los partidos de antaño.
El Frente Cívico Nacional se ha planteado dar el paso y crear un nuevo partido; sin embargo, este movimiento surgió originalmente como un fenómeno de protesta que acopió el descontento de la población, pero carece de la estructura necesaria para coordinar un partido. Un nuevo grupo político no puede surgir sólo de la intención de derrotar al gobierno, sino que debe sostenerse en ideales y en una visión de país como meta.
El presidencialismo ha pervertido y deformado el pacto federal al someter a todas las fuerzas locales en lugar de considerarlas e integrarlas. La única democracia viable ha de empezar en las provincias, protagonistas olvidadas del pacto federal, para crecer con formas de participación apartadas de los criterios centralistas que fortalecen la autarquía y debilitan la democracia.
Hoy más que nunca hace falta construir ciudadanía, involucrarnos en los procesos políticos del país, abandonar la apatía y reaccionar ante las injusticias y los actos abusivos e impunes del gobierno.
Notario, ex Procurador General de la República