Las proyecciones del INE le dan a Claudia Sheinbaum una bancada legislativa con el número de votos suficientes para reformar la Constitución y su partido cuenta con los gobernadores necesarios para convalidar un proceso legislativo propio de un constituyente permanente. Es decir, podrán hacer con la Constitución y con las leyes lo que les venga en gana.

En el grupo gobernante, los más radicales aplauden el espejismo “revolucionario” por los cambios posibles que se aproximan. Consideran que un gobierno transexenal podrá actuar a sus anchas, sin necesidad de gradualidades ni de consenso ante los más ingentes problemas de la agenda nacional.

En su perverso frenesí ignoran que entre más abusen del poder más corta será su permanencia en el gobierno. El país y la sociedad, por más fe ciega que tengan en Morena, difícilmente aceptarán cambios bruscos o un giro radical de timón.

Mientras, el poder presidencial continúa acrecentándose y absorbiendo más y más facultades. Esta descomunal hiperinflación del Ejecutivo convertirá a la próxima presidenta en la más poderosa de la historia de México, pero también la dejará con la responsabilidad de navegar entre nubarrones de crisis económica, creciente inflación, estrecha disponibilidad presupuestaria para financiar el gasto público de 2025 y una violencia nunca vista que se expande por todo el territorio nacional.

A quien parece llegar con todo, excepto el dinero suficiente, le será indispensable entender el valor y necesidad de practicar la autocontención por encima de anhelos, pulsiones y creencias personales para no descarrilarse. Si no actúa con prudencia y toma el camino de su antecesor tendrá que enfrentar otro tipo de límites, no ya del Poder Judicial, que todo indica terminará demolido o cooptado, sino los del encontronazo con la realidad, los datos duros de los mercados y los convenios y tratados internacionales.

A quienes creen que pueden mantener la confianza de los inversionistas, habrá que decirles que los grandes capitales, los señores del dinero, no van a confiar sus activos en una persona o sistema que cada vez se parece más a una autocracia venezolana. Sin reglas ni seguridad jurídica no querrán arriesgar sus inversiones. El que juega con fuego, se quema.

Canadá y Estados Unidos, socios comerciales de México, se han desprendido de su cotidiana neutralidad para emitir advertencias políticas y económicas muy claras, también las calificadoras internacionales señalan los riesgos de una posible caída de la calificación e incremento de la deuda soberana a causa de la inestabilidad que provocaría una reforma como la que se plantea; ignorar estos indicadores traería como consecuencia una fuga de capitales y el incremento de intereses que colocarían al peso y a toda la economía contra la pared. Ni el mejor presidente del mundo puede edificar un buen gobierno sobre una montaña de escombros.

Ni siquiera en el siglo XIX, con presidentes que duraban muchos años en la silla, habíamos visto tal concentración de poder. Juárez, por ejemplo, tenía un gabinete que le discutía todo, como Melchor Ocampo y los hermanos Lerdo de Tejada que no le seguían la línea y que hacían valer su función y respetar su cargo. El presidente los había puesto para tomar decisiones, no para servir de títere ni de marioneta.

Otro que gobernaba con la administración pública era Porfirio Díaz. No hablaba mucho, más bien tomaba sus decisiones en función de las demandas y necesidades nacionales, por eso fue tal vez uno de los presidentes que más practicaba la contención.

El gobierno actual saliente no se contuvo ni se contiene en nada, sus absurdas y fallidas propuestas como la Megafamacia, el Tren Maya, el AIFA o la refinería de Dos Bocas, han sido proyectos y obras que sólo han servido como festín de la corrupción.

Sólo en el ejercicio abusivo del poder puede darse un escenario en el que asesinen al exrector de la Universidad de Sinaloa, todo el país suponga al autor intelectual y a pesar de la cascada de hechos que contradicen la versión oficial baste recibir la bendición presidencial para exculparlo.

Este caso trascendental, en el que la complicidad fue imposible de ocultar, obliga a preguntarnos ¿cuántos entre los más de 195 mil asesinatos están en la misma condición? ¿Un propósito oculto de la reforma judicial sería tapar todo esto?

Quienes creen que los diputados seguirán alineados con AMLO desconocen el presidencialismo mexicano. Históricamente los legisladores entrantes, aun los designados y propuestos por el presidente saliente aplauden a su promotor, pero terminan alineados con el nuevo. La lealtad es al presidente, no a quien dejará de serlo el día de mañana.

Lo mismo pasa con el Ejército. Los secretarios de la Defensa y la Marina asistieron a la entrega de la constancia de mayoría, en claro acto de respaldo y reconocimiento en el que su presencia dijo más que mil palabras.

Las llaves del partido pasarán también a manos de Sheinbaum. Quien crea que el candado se lo llevará AMLO, ignora que los aparatos del poder suelen voltearse contra sus inventores; como la guillotina, que terminó cercenando la cabeza de su diseñador. La revocación de mandato y otras herramientas fueron creadas para utilizarse contra la oposición o contra los traidores. La presidenta no es ni oposición ni traidora, es la presidenta y punto. Cada paso de López hacia el final de su sexenio aumenta la herencia maldita y el reto del buen gobierno para Claudia Sheinbaum.

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