Acerca de la revocación de mandato, el texto constitucional es claro y no deja lugar a dudas: se trata de un instrumento democrático cuya utilización permite a los gobernados castigar a sus gobernantes. Pero en su manejo e interpretación estilo 4T ha sido desnaturalizado por medio de trampas de corte autocrático, totalmente al gusto propagandístico de su principal, único e inmediato destinatario político, el presidente de la República. Analicemos cuáles pueden ser sus verdaderos propósitos.
Aprobadas por el Congreso el 5 de noviembre de 2019, se hicieron modificaciones y adiciones a los artículos 35, 36, 41, 81, 84, 99, 11 y 122 de la Constitución. Ninguna de ellas permite que la interpretación y el sentido de ese recurso sea tergiversable y sirva para decidir que el presidente “siga en el cargo”, pues el texto constitucional no lo prevé.
La revocación constitucional, condicionada a una ley que la establece previa consulta (la del 10 de abril), que debe reunir al 40 por ciento de los 93 millones de ciudadanos del listado nominal elaborado por el INE para que el resultado sea de cumplimiento obligatorio (vinculante), jamás habla de una “ratificación”, tal y como la presenta la profusa propaganda oficial en cerros, carreteras, calles, avenidas y mobiliario público urbano.
Si la participación es menor al 40 por ciento del padrón, la consulta será enteramente un ejercicio ciudadano, pero sin consecuencia jurídica alguna, y por lo mismo revelador de su verdadera naturaleza política: un escaparate más para la autopromoción y una herramienta presidencial para trascender el sexenio, revivir y reintentar el sueño político de Plutarco Elías Calles .
La confusión ha sido sembrada desde arriba, arrastrando también al Legislativo y a la Suprema Corte al introducir en la ley de consulta pública un concepto de permanencia (de ratificación, pues) inexistente en los artículos modificados a la Constitución. El efecto lo amplifica la pregunta aprobada: “¿Estás de acuerdo en que Andrés Manuel López Obrador , presidente de los Estados Unidos Mexicanos, se le revoque el mandato por pérdida de la confianza o siga en la Presidencia de la República hasta que termine su periodo”?
El falso debate sobre si el inquilino de palacio debe irse o quedarse tiene que ver con la versión actualizada a la mexicana de lo hecho por Chávez en Venezuela para prolongar su mandato y perpetuarse utilizando un ejercicio semejante de ratificación que le sirvió de base para aplicar un simple silogismo: si la Constitución debe ser un reflejo del sentimiento popular y ese sentimiento ya fue expresado en la consulta, es tiempo de proponer las reformas constitucionales que amplíen el mandato presidencial y recojan el sentir popular.
AMLO ya caló que 70% de los mexicanos están contra la reelección y la prórroga del mandato de los presidentes. El interés de su maquinaria política y de propaganda invitando a apoyarlo parece perseguir entonces un doble propósito: fortalecer su campaña contra el INE, desgastarlo como árbitro electoral imparcial, profesional, organizado, confiable y creíble y facilitar la continuidad del régimen 4T apoderándose del órgano electoral a partir de 2024.
Pero lo trascendente y peligroso es que el presidente quiere utilizar esta revocación, para incrementar su poder personal para continuar utilizando después de terminar su gestión, ya como líder social una presión o chantaje permanente sobre el presidente que gobierne 2024-2030, bajo la amenaza revocatoria, sino ejerce la Presidencia sujetándose a los caprichos o ideas de AMLO.
Su afán de poder trasciende el sexenio, votar es ayudar a que consolide sus planes personales. La jornada electoral está manipulada desde ahora y es previsible el resultado que impunemente se anunciará el 11 de abril. No deseo ser cómplice de esta ambición. Por lo mismo no votaré.