En los últimos cinco meses, como dicta el instinto de supervivencia, casi todos los países del mundo han volcado su energía hacia el interior de sus fronteras para atender la triple emergencia –sanitaria, social y económica— desatada por la pandemia. La paradoja es que, mientras en el corto plazo urge enfocarse en lo doméstico, las soluciones de fondo a esta crisis multifacética requieren ipso facto que veamos más allá de nuestras narices porque los desafíos son globales. Tenemos un virus descontrolado que viaja sin pasaporte, una economía globalizada que se asoma al abismo, una debacle medioambiental largamente anunciada y una población que se empobrece a marchas forzadas (y que puede abocarse a migraciones masivas). En la historia reciente, el efecto global de esta pandemia es solo comparable a las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial.
Entonces, las principales naciones del mundo, devastadas por la guerra, sentaron las bases de un nuevo orden mundial con la prioridad de reconstruir las sociedades, reactivar la economía e impulsar organismos multilaterales. Así nacieron la ONU, el FMI, el Banco Mundial, la Unión Europea o la Organización de Estados Americanos, instituciones que ahora los gobiernos populistas pretenden desacreditar.
Sin embargo, la interdependencia de los sistemas económico, social, medioambiental y tecnológico es más clara hoy que hace 75 años. Los riesgos nos afectan a todos y crean un efecto de escala que demanda una cooperación internacional más estrecha. ¿Estarán a la altura los líderes actuales de semejante responsabilidad histórica?
A falta de un liderazgo político claro, la sociedad civil reclama acciones que no se limiten a reparar el daño, sino que además sienten las bases de un mundo nuevo. Entre las propuestas que merecen mayor credibilidad, destaca el gran reset o reinicio que propone el Foro Económico Mundial, un conjunto de estrategias para construir una sociedad más resiliente, incluyente y sostenible. Esta iniciativa integra al sector privado, a sus stakeholders, a la sociedad civil y a las comunidades, ya que la colaboración entre todos los actores, incluyendo el sector público y las universidades, debe ser la piedra angular de la recuperación.
En nuestro país, los retos que enfrentamos acusan una gravedad nada desdeñable. Al trágico balance en vidas humanas, se suma un impacto económico catastrófico, un altísimo costo social y una vulnerabilidad medioambiental latente. Con sentido de urgencia, en EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey hemos promovido un aprendizaje colectivo de esta crisis multidimensional que ha fructificado en el Decálogo para la Refundación Económica-Empresarial de México.
Como escuela de negocios sabemos del rol protagónico que tienen las empresas para articular el crecimiento económico y dar solución a los retos del país, pero también hemos sido testigos, durante décadas, de un modelo empresarial que no ha cumplido con las legítimas expectativas sociales a las que se debe. En la nueva economía, las empresas deberán abandonar su orientación al beneficio a corto plazo y pensar en el largo – en la sostenibilidad medioambiental y social, en los recursos naturales limitados, en las comunidades a las que se deben, etc.–. Del capitalismo de accionista deberemos pasar a un capitalismo de stakeholders o grupos de interés. Hoy las empresas que invierten en sus comunidades tienen un mejor desempeño, en la nueva realidad necesitaremos mucha (y verdadera) innovación, así como diseñar nuevos modelos de negocio para la mayoría de los sectores que han sido o serán disrumpidos tarde o temprano.
Sabemos también que la Cuarta Revolución Industrial se ha acelerado como resultado de la pandemia, y tenemos que poner todas estas tecnologías al servicio del ser humano antes de que sea demasiado tarde.
Con el Decálogo, ponemos a disposición de la sociedad, y del sector privado en particular, una guía de diez aspectos clave para reactivar el país mediante un modelo más consciente de hacer empresa, y aprovechar las oportunidades que surgen tras la pandemia de COVID-19 de forma estratégica y en beneficio del progreso de México.