Quiero platicarles mi experiencia como usuario en la semana previa y en la pelea de Saúl Canelo Álvarez, en donde pude confirmar muchas cosas que pasan alrededor de un evento de carácter mundial.

Es un hecho que en muchos eventos, sobre todo en las peleas de boxeo que se realizan en Las Vegas, la parafernalia es una de las principales características, y aunque México ha sido sede —y se mantiene así— de grandes eventos como la Fórmula Uno, la NFL y próximamente la Copa del Mundo de Futbol, aún nos faltan muchas cosas por aprender de marketing deportivo, experiencia al cliente y comunicación.

Podemos poner varios ejemplos muy concretos, vividos durante estos últimos cinco días, alrededor del evento Canelo vs. Ryder.

Cabe recordar que, para el sports marketing, lo menos importante es la pelea. Lo más importante es la construcción de un evento memorable alrededor del combate; así lo dictan los libros.

Hubo una deuda de prensa con reporteros muy cercanos a Saúl, en donde no se vieron los patrocinadores. Pusieron una silla y mesa espantosas; los micrófonos, sin pedestales, aparecían tirados en la mesa. Primer punto menos.

Recoger las acreditaciones también era una proeza. Saber si estabas en una “lista”, de la cual nunca te confirmaron, así es que fuimos a ciegas. Jamás hubo acreditación, pero sí boletos. La prensa no usa boletos, señores; usa acreditaciones. Segundo punto menos.

El día del pesaje, no hubo una atención real a la prensa. Creen que dar acceso y establecer un asiento es atender a los periodistas. El servicio de internet, fatal; la logística, fatal; la atención, fatal; las formas, fatales. Los periodistas, luchando por hacer su trabajo. Otro punto menos.

En el estadio Akron, lo mismo. Un filtro de seguridad de risa. Imagínense, nos quitaron unas pastillas para el aliento... De risa.

El estacionamiento, en un terreno baldío, lleno de tierra. Nulo internet, nula atención a la prensa. Ni siquiera un programa de la pelea. Ahí les ponemos tres puntos menos. Todo esto, en un recinto que próximamente será mundialista. Esperemos, mejore.

Si queremos calificar al evento, le pondríamos cuatro puntos. Deficiente, desangelado y —sobre todo— desorganizado. Era una oportunidad única para dejar en la mente del espectador un evento memorable, más allá del show que significaba la pelea.

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