Si me has leído en esta u otra vitrina periodística, sabrás que, por desgracia, este es un tema recurrente. Sí, es una desgracia que llevo más de 10 años escribiendo y explicando: por qué no avanza la competencia en el mercado de telecomunicaciones en México. Muchos piensan que es una guerra personal que tengo con las empresas ligadas al ingeniero Carlos Slim, pero, la verdad, es más bien un reproche hacia el regulador.

El ingeniero Slim y su grupo hacen lo mismo que yo haría, por responsabilidad y convicción: cuidar los intereses de sus accionistas. Sin embargo, el regulador, el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), no ha podido (o querido) favorecer la competencia y, con ello, mejorar las tarifas y el servicio para los mexicanos. Ese es el trabajo del regulador o árbitro, del supuesto organismo autónomo que procura la competencia en las telecomunicaciones de México.

Como bien sabes, luego de que en 2013 se le declaró Agente Económico Preponderante en Telecomunicaciones (AEP-T), se impuso una regulación especial al grupo de empresas de telecomunicaciones pertenecientes al ingeniero Slim. Todas ellas están dentro de América Móvil, pero el grueso de la población ubica principalmente a Telmex y Telcel.

Estas empresas tienen reglas especiales que debieron cumplir desde 2014 para, supuestamente; mejorar las condiciones de competencia. Dichas reglas no han servido de mucho, y así lo advierten los documentos que cada dos años han hecho llegar al IFT todos los competidores del AEP-T. Es que, para saber si han funcionado las medidas tomadas, el regulador ha hecho tres consultas entre la industria. Lamentablemente, la situación ya está peor que en 2013 y 2014.

Si se evalúa la competencia usando la participación de mercado, el índice de concentración de Herfindahl-Hirschman (IHH), el Índice de Dominancia o la rentabilidad del AEP-T, en todos ellos se ve que la situación no ha mejorado de cómo estaba en 2013, con todo y la regulación especial impuesta al preponderante.

Te lo cuento porque la semana pasada terminó el periodo de la tercera consulta del IFT sobre la efectividad de las medidas regulatorias asimétricas (regulación especial) a la dupla Telmex-Telcel y veo un punto de quiebre. En las consultas previas, varios de los operadores de la industria todavía confiaban en la regulación y propusieron varias medidas que no se cumplieron. Se siguen proponiendo soluciones, pero veo una especie de hartazgo y llamados a dejar de perder el tiempo y no seguir jugando al Tío Lolo. Por eso, AT&T, Grupo Televisa y la Canieti coinciden en que la separación estructural del AEP-T es la única manera de lograr una sana competencia en el mercado de telecomunicaciones de México.

Me sorprende un poco que Telefónica, Megacable y Altán Redes no se sumen a la idea de separar estructuralmente al preponderante (América Móvil). Supongo que unos todavía tienen esperanzas, otros aún no se sienten fuertes o, tal vez, habrá a quienes todavía les gusta chuparse el dedo.

En la respuesta del Grupo Televisa se aprecia un análisis econométrico que revela que, si bien el AEP-T ha perdido participación de mercado en el segmento fijo, hasta situarse por debajo de 50% al cierre de 2021, en los servicios de banda ancha y telefonía fija se mantiene como estaba hace diez años de la reforma. Si sigue esa tendencia, se espera que, hasta el cuarto trimestre de 2048, podría considerarse como un mercado competitivo.

En el segmento móvil la tragedia es peor. El valor del IHH al cierre de 2021 para banda ancha móvil y telefonía móvil es de 5 mil 322 y 6 mil 40, respectivamente, lo que indica un mercado altamente concentrado. Si se mantuviera esta tendencia, el IHH bajaría a 2 mil 500 hasta el primer trimestre de 2032, pero menor a mil 500 (mercado competitivo) sólo se vería hasta el primer trimestre de 2036.

Es muy probable que el IFT esté consciente de esta tragedia y, por eso, en la revisión bienal de 2017 ordenó la separación funcional de Telmex y Telnor. Sin embargo, prácticamente esta separación se realizó sólo en el papel, ya que en la práctica nadie ha supervisado la correcta aplicación de esta división.

Por eso, ahora los principales competidores del preponderante proponen la separación adecuada de las empresas de América Móvil; es decir, plantean ya la separación estructural. Esto aseguraría que las empresas operen de forma independiente y vigiladas.

Separar estructuralmente implica dividir las operaciones mayorista y minorista de América Móvil en dos empresas distintas, tanto en administración como en propiedad. La nueva empresa mayorista sería la propietaria de la infraestructura y la minorista sería la única que podría comercializar servicios de telecomunicaciones a usuarios y hogares.

Tal vez suena fuerte, pero es la solución que encuentran los competidores a la falta de cumplimiento y sanción a los abusos del AEP-T. La propuesta de separación estructural podría generar múltiples beneficios, como la eliminación de barreras para compartir infraestructura, más competencia en servicios a usuarios y hogares, así como la reducción de los costos de verificación y penalización en el IFT.

El regulador ya lo sabe, la separación estructural es la única alternativa para mejorar las condiciones de competencia en el mercado mexicano de telecomunicaciones. Falta saber si puede o quiere.

Columnista y comentarista

Twitter: @hugonzalez0

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