Al momento de escribir esta colaboración, aún no terminaban los dos partidos de la NFL que Netflix compró en exclusiva para transmitir en Navidad. Aunque estos partidos prometían marcar un hito, no podemos ignorar que los experimentos previos de la plataforma y las condiciones (horario y equipos) en las cuales se transmitieron; han dejado una experiencia neutra.
Desde el fiasco del especial de "Love Is Blind" hasta el caos técnico de la pelea de Jake Paul y Mike Tyson, el historial de Netflix como televisora de espectáculos en vivo no inspira confianza. Por eso la duda es ¿el streaming no está hecho para los deportes? ¿Netflix podría arruinar los espectáculos deportivos?
Transmitir en vivo es muy diferente a solo transmitir. La transmisión en vivo exige una logística y una tecnología completamente diferentes al modelo tradicional de video bajo demanda. En este último, gracias a la tecnología de los kubernetes, todo está perfectamente empaquetado y distribuido con antelación, desde los videos, el audio y hasta los subtítulos.
En cambio, el contenido en vivo necesita fluir en tiempo real desde la cámara en la cancha hasta el dispositivo del usuario, pasando por múltiples etapas críticas, incluyendo los servidores en la nube, la red de distribución de contenido (CDN) y los proveedores de internet. El resultado puede convertirse en una experiencia que puede volverse una pesadilla para el espectador cuando el sistema colapsa.
Si navegas por la parrilla de Netflix estás viendo información guardada en servidores, pero cuando reproduces algo, entras al sistema de streaming que depende mucho de los proveedores de última milla (ISP) como Telmex, TotalPlay, Izzi, Mega, AT&T, o Telcel. Esta multitud de dispositivos conectados al mismo tiempo a través de distintos proveedores puede sobrecargar la demanda del contenido.
Seguramente eso pasó en la pelea entre Jake Paul y Mike Tyson. Netflix afirmó que 65 millones de personas intentaron verla, lo que suena impresionante hasta que recordamos que muchos usuarios reportaron problemas técnicos. Pero también estoy casi seguro de que eso mismo sucedió durante el partido de Play In entre Tijuana y América, cuando la aplicación de Caliente colapsó y tuvo que recurrir a YouTube, donde la calidad dejaba mucho que desear. Fuertes retrasos, imágenes pixeladas y audios robotizados son problemas recurrentes que los fanáticos del deporte no están dispuestos a tolerar.
Siempre que tengo la opción, prefiero ver un partido de futbol o un contenido en vivo, usando la señal aérea. Me choca oír cómo algunos vecinos cantan un gol cuando yo apenas estoy viendo una jugada en media cancha.
El desafío técnico no es el único obstáculo. Aunque muchos evitan hablar de ese elefante que hay en la habitación, el ancho de banda sigue siendo una gran barrera. Transmitir eventos en vivo requiere una capacidad que no todos los proveedores de internet están dispuestos a priorizar. ¿Por qué una empresa como Telmex, TotalPlay o Izzi debería dar preferencia a un touchdown de Patrick Mahomes sobre miles de mensajes de WhatsApp? Y si lo hacen, ¿de dónde saldrá el dinero para la infraestructura necesaria? ¿De los usuarios que ya están hartos de las crecientes tarifas y restricciones del streaming?
Es por eso que se mantiene el debate y la polémica sobre una mayor contribución de las empresas como Netflix en el mantenimiento y despliegue de las redes de telecomunicaciones.
No veo a Netflix o Apple TV tendiendo cables, conectando puntos de acceso, o negociando con gobiernos municipales para evitar el moche y dar el servicio. Netflix, Apple TV y otras gigantes tecnológicas obtienen jugosas ganancias transmitiendo eventos en vivo, pero no están dispuestas a invertir en el despliegue de las redes que hacen posible ese servicio. Los proveedores de internet, por su parte, enfrentan la presión de ampliar su capacidad sin recibir una compensación justa. Es un modelo insostenible que tarde o temprano cobrará factura, ya sea en calidad o en costos para el usuario final.
Además de los problemas técnicos y económicos, hay un creciente malestar entre los suscriptores. El encanto inicial del streaming, con tarifas accesibles y un catálogo diverso, se ha desmoronado. Hoy enfrentamos precios cada vez más altos, restricciones para compartir cuentas y una sobreoferta de contenido que muchas veces no vale la pena. Los usuarios comenzamos a experimentar una especie de rebeldía por el estrangulamiento del modelo de servicio del streaming que, en el origen; fue sumamente aceptado. Cada vez crece más el rechazo a seguir pagando por el uso de distintas plataformas.
Para empeorar las cosas, las plataformas están desviando sus recursos hacia eventos en vivo que no cumplen con las expectativas de calidad ni con las promesas de exclusividad. Por ello me atrevo a decir que el streaming es una amenaza para los deportes en vivo.
Las plataformas no solo compiten contra la televisión tradicional, que ha dominado este formato durante décadas, sino que también están erosionando la experiencia del usuario. La transmisión en vivo no es solo un desafío tecnológico, sino también un problema de modelo de negocio y, más importante aún, de percepción.
La NFL y otros gigantes deportivos deberían pensarlo dos veces antes de vender sus derechos exclusivos a plataformas de streaming que aún no dominan la complejidad de este mercado. Si Netflix y compañía quieren ser los nuevos reyes del contenido en vivo, tendrán que invertir mucho más en infraestructura, resolver sus conflictos con los ISP y, sobre todo, recuperar la confianza de los usuarios. De lo contrario, lo único que lograrán es arruinar la magia de los deportes en vivo y dar un pase libre a la nostalgia de la televisión tradicional.
El streaming llegó para revolucionar el entretenimiento, pero su incursión en los deportes en vivo parece más un intento desesperado que una evolución lógica. Si Netflix quiere tocar la cima del deporte, necesitará más que marketing y contratos exclusivos: tendrá que demostrar que está a la altura de las expectativas de los millones de fanáticos que, hasta ahora, han sido testigos de más fallos que logros en esta nueva era.
El reto del streaming es competir contra la TV tradicional en los eventos en vivo, pero en esa búsqueda de su propio éxito, podrían arruinar muchos deportes, como el futbol, que en México desaparece de las pantallas de muchos hogares.
Columnista y comentarista