Sigo pensando, y lamento si algún lector se ofende, que tanto la guerra de Ucrania como la de Israel-Hamás, son trágicas, no obstante, devaluadas en su impacto y lógica tanto territorial como idealista. Ambos conflictos han generado su propia obsolescencia frente a la masa. En principio, el conflicto que más debe ocupar nuestra atención es aquel que los medios de comunicación han dejado en el olvido, me refiero a Ucrania-Rusia: ese desencuentro geográfico escalado a propósito por occidente se ha perdido en esa extensa lista de noticias del mundo digital que poco importan. Volodímir Zelenski, a pesar de su pueblo, aparece ahora en las cortes de las potencias pidiendo prestado para consolidar su guerra y mejorar su imagen devaluada [me parece que le espera el mismo destino a que Greta Thunberg]. Entretanto, la ayuda no llega. ¿acaso no habría sido mejor entablar un diálogo y firmar la paz.

A propósito de Ucrania, para la potencia estadounidense se acerca un año electoral decisivo y los demócratas, como ocurre en México con el partido oficial, no cuentan con todo el apoyo social como presumen. Donald Trump se antoja como un elemento inestable y extraordinario que, desde su base republicana, cuenta con el apoyo de los afroamericanos. Quién habría pensado que un hombre blanco representaría el símbolo de la resistencia negra. La masa latina, conflictuada con su identidad como siempre, se pierde de la glosa política.

Respecto al conflicto Israel-Hamás, debemos avanzar con tiento, pues convenir en los errores que ambas partes han cometido a lo largo de la historia puede despertar la furia y la cancelación cultural de cualquier personaje. La verdad no es factor que forme parte de la polémica per se. Nadie quiere saber, conocer, entender, exponer ni difundir la realidad de un conflicto territorial centenario, si no milenario [importa más la idea de un país, la victimización, el derecho tácito y la proclamación de la inocencia divina]. Hay mucho que agradecerle a occidente como detonante de este conflicto. Antes de condenar estas palabras, estudiemos la Declaración Balfour y las consecuencias de ese manifiesto de la primera posguerra del siglo XX. Si lo pensamos con malicia, fue una jugada magnífica para expulsar de Europa un “problema” europeo que más tarde potenciaría la Segunda Guerra.

Ambos conflictos, sin olvidar la pérdida de miles de vidas, se convirtieron en un espectáculo donde las celebridades proclaman dolor, fastidio, preocupación, opinión política maniquea e inclusive desnudos en OnlyFans como una proclamación de apoyo, tanto a Israel como a Hamás y Palestina. Por supuesto, ambas guerras extrovertidas hacia las masas dieron paso al exotismo de celebridades que potencia en su médula la artificialidad.

Los muertos que no perdieron la vida, los aviones que no sobrevolaron el espacio de combate, los periodistas que actuaron la tragedia, los 40 bebés mutilados por el enemigo [que no existieron], et. al. forman parte de una política donde la Inteligencia Artificial fue parte del descarado engaño del enemigo. ¿Y quién es este?, nos preguntamos. De la Guerra del Golfo, Jean Baudrillard, escribió: “A imagen y semejanza de aquel pájaro marino enviscado de petróleo, ciego y desamparado en una playa del Golfo, quedará como ilustración simbólica lo que somos todos, ante las pantallas de nuestros televisores”. Hoy la parafrasearía así: “La imagen y sufrimiento de aquel niño, niña, joven, solado o mujer masacrada en un concierto, en las trincheras, hospitales de Ucrania, Rusia, Palestina e Israel, sangrados todos y radicales, quedará como ilustración simbólica de lo que somos todos, ante las pantallas de nuestros teléfonos celulares”.

Mientras que la sobreexposición de imágenes e información trágica de la Guerra de Vietnam sirvió para nombrar a los muertos y para ponerle fin al conflicto, el desencuentro entre Rusia y Ucrania, e Israel y Hamás, sirven para generar interacciones digitales que adormecen el dolor, y eliminan la identidad y la espera. La Inteligencia Artificial en este momento, gracias a sus algoritmos, genera una hiperverdad sin contrapuntos que nos prepara para la ansiedad ante la expectativa de la desgracia. “Cuando demasiadas cosas van en el mismo sentido, cuando las razones objetivas se acumulan, el efecto se invierte”, escribió Baudrillard. El peor enemigo de la guerra es la guerra misma, no puede contraponerse ni canibalizarse, por eso los muertos no duelen y son espectáculo que pronto aburre en tiempos de las redes sociales.

Tw: @Cronografias

FB: @cronografiashinojosa

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS