La voluntad política es un concepto que, aunque ampliamente discutido en los círculos académicos y de gobernanza, sigue siendo difícil de definir con precisión. Desde la filosofía hasta la práctica política, su significado y aplicación varían, pero su importancia es indiscutible, y su puesta en práctica en el ejercicio del poder político en ocasiones imposible. La filosofía política ha debatido durante siglos sobre la naturaleza y el origen de esta conducta propia de los gobernantes. Aristóteles, en su obra “Política”, afirmaba que ésta es una extensión de la ética, sugiriendo que la voluntad política debe estar orientada hacia el bien común. Para Aristóteles, la importancia del tema y ejercicio no radica simplemente el deseo de gobernar, sino una inclinación hacia la justicia y la virtud en la vida pública.
La voluntad política, pues, es la firme determinación y el compromiso inquebrantable de los actores políticos – gobiernos, partidos y líderes – para adoptar e implementar políticas, reformas y acciones cruciales para abordar problemas urgentes y alcanzar objetivos específicos. Es la piedra angular de las iniciativas sociales exitosas, ya que va más allá de la mera intención y se traduce en acciones concretas que generan cambios. La voluntad política se manifiesta en la disposición para tomar decisiones difíciles, asignar los recursos necesarios, enfrentar la oposición y superar obstáculos en el camino hacia el logro de metas. En pocas palabras: si eres gobernante, resuelve el problema, no pierdas el tiempo en nimiedades, perder el tiempo es también otra forma de traición y corrupción en contra de la gente.
Un ejemplo contemporáneo de voluntad política efectiva, si podemos llamarla así, es la puesta en marcha de acciones de bienestar social en los países nórdicos, por ejemplo, tan afamados por sus ejercicios del poder. Estos gobiernos demuestran una voluntad, de frente al escrutinio público, por promover la supuesta igualdad y el bienestar de la gente, alineándose con las ideas de justicia y virtud propuestas por Aristóteles. Esto es que, a través de políticas inclusivas y redistributivas, han logrado altos niveles de cohesión social y desarrollo humano, o por lo menos es lo que nosotros desde esta parte del continente americano escuchamos, sobre todo al ver la aplicación de los impuestos y su redistribución. No asevero que sean países funcionales, aclaro.
En un sentido más amplio y crítico, si pensamos en Thomas Hobbes, para él la voluntad política está intrínsecamente ligada al instinto de supervivencia y al deseo de poder, no me desagrada la postura de Hobbes sobre todo al comprender que la gran mayoría de los miembros de la clase política perecerían fuera del sistema; pero él hablaba de la supervivencia del que gobierna por encima de los intereses de la gente. Además, la voluntad no solo reside en los líderes, sino también en la ciudadanía. La democracia participativa, que ocupa un lugar relevante en la política moderna, requiere que los ciudadanos ejerzan su arrojo a través de la colaboración activa y el compromiso cívico. En el ejercicio colectivo, expresado a través del voto, la protesta y la deliberación pública, son fundamentales para mantener una democracia-responsiva, que no siempre atenderá de lleno al ejercicio de un gremio que beneficie de facto a la masa, después de todo la democracia, en su raíz más verdadera, es un manto de control de unos pocos sobre otros más.
En la práctica, la voluntad política que todo gobernante debe ejercer puede conducir a la justicia y el bienestar cuando se práctica con integridad, o a la opresión y el conflicto cuando se manipula por intereses egoístas. La clave es un equilibrio entre ideales éticos y pragmatismo, donde tanto líderes como ciudadanos participan activamente en la creación de una sociedad [justa y equitativa].
La corrupción es quizás el síntoma más evidente de la falta de voluntad política en México, por ejemplo. A pesar de los numerosos escándalos de corrupción que han sacudido al país, las medidas para combatir este flagelo han sido insuficientes. La falta de voluntad para aplicar y fortalecer las leyes anticorrupción permite que funcionarios públicos y políticos continúen actuando impunemente, no hace falta señalar lo que todos los días adorna de facto las planas de los periódicos. Esto no solo socava la confianza pública en las instituciones, sino que también desvía recursos que podrían utilizarse para el desarrollo y el bienestar social.
La impunidad es una consecuencia directa de la falta de voluntad política. Las tasas de resolución de crímenes en México son alarmantemente bajas, y muchos casos de violaciones a los derechos humanos quedan sin castigo. Además, la falta de ejecución de este ejercicio ético, se refleja en la incapacidad de abordar eficazmente la crisis de violencia y seguridad. En el amplio panorama de la violencia y muertos que vive el país, se acentúa un costumbrismo trágico que forma parte de nuestro ideario como nación. A pesar de las promesas y planes de seguridad presentados por diferentes administraciones, la violencia relacionada con el narcotráfico y otros delitos sigue en aumento. La falta de una estrategia coherente y la corrupción dentro de las fuerzas de seguridad son indicativos de una carencia de compromiso real para resolver estos problemas.
La educación es otro ámbito afectado por la falta de voluntad política. A pesar de las reformas y esfuerzos declarados para mejorar el sistema educativo, la realidad es que muchas instituciones carecen de recursos básicos y los niveles de educación siguen siendo bajos. La falta de inversión sostenida y la politización del sistema educativo impiden que se realicen los cambios necesarios para ofrecer una educación de calidad alejada de los idealismos innecesarios para un siglo XXI que se nos presenta tecnológico.
Prefiero que los niños aprendan los diferentes lenguajes de programación necesarios en un futuro de inteligencias artificiales que anarquía e inclusión [en todos los sentidos] obligada por encima de conocimiento mismo. De esta última parte, sólo para contextualizar, recuerdo una escena de la cinta “Dolor y Gloria”, de Pedro Almodóvar, en ella el niño protagonista y de voz privilegiada narra que: su voz era tan necesaria para el coro de la iglesia que lo aprobaban en todas las materias, convirtiéndolo en un ignorante funcional… vale la pena revisar los libros de texto del sistema de educación básica de México. Educar para eliminar liderazgos, como se hace hoy, es generar ignorantes funcionales. ¿Necesitamos eso?
México se encuentra en un momento crítico en su historia, enfrentando desafíos complejos, por primera vez una mujer ocupará la silla presidencial y como tal tiene todo en contra para fallar o triunfar a lo largo de un sexenio, vale la pena revisar agendas ocultas de su equipo, necesidades y compromisos que pueden opacar su ejercicio de gobierno. En tiempos de un nuevo cambio, la voluntad política activa es esencial para asegurar que el país avance de forma constante no hacia el futuro que es materia abstracta para el ejercicio del poder sino en el presente. No hay tiempo que perder.