México sigue siendo el mismo. Es innegable que la llegada, y ahora partida, del presidente Andrés Manuel López Obrador quedará para la historia, guste o no a los columnistas y críticos del sistema actual desde los medios de comunicación. No entiendo bien a bien por qué negar una realidad absoluta. México ha cambiado, también es una aseveración verdadera en su contexto y no deseo detenerme en logros o fallas del gobierno ahora pasado. Cuando me refiero a que nuestro país continúa siendo mismo luego de un sexenio me refiero, en principio, a la cultura generalizada del país. El sistema político lo cambia todo, dirán. No es así, el sistema político modifica formas y fondos en el ejercicio de gobierno, en la “cultura” del poder, no así en la idiosincrasia absoluta de nosotros los mexicanos.

Hoy, desde la necesidad del progreso como nación se creó un nuevo “horizonte”, metafórico en todo caso, hacia el cual marchar, representado por Claudia Sheinbaum la primera mujer al mando de México. Pienso que el verdadero logro de López Obrador fue abrirle paso a una mujer al mando del gobierno federal y creo que a eso se reduce su participación en la democracia del país; me atengo a las críticas. A decir verdad, la reducción de la pobreza o no, el endeudamiento o no, las grandes obras funcionales o no, fueron pretextos para generar una revolución dirigida hacia un nuevo horizonte de gobierno, de ideologías, de convicciones sociales [o populistas] de cara al mundo. Me parece que el error de facto es la inmediatez de los cambios: la modificación profunda del sistema aún no se logra, ni se logrará con infraestructura, y se necesitará un esfuerzo mayor para que las personas y comunidades vean reflejados sus deseos de paz y de cambio en el nuevo sistema político. Ahora bien, tampoco es del todo cierto que “la gente” haya despertado a la política durante este sexenio, craso error de pensadores poco éticos de los medios de comunicación; el centro del país no engloba la generalidad del pensamiento.

Paul Virilio escribió que «como ya no había un horizonte hacia el cual precipitarse [la humanidad], inventaba otros falsos: horizontes sustitutivos». En política todo horizonte es falso y se renueva por otro humanamente falso. El cineasta español Luis Buñuel comprendió a la perfección el mundo de horizontes continuos y lo planteó muy bien en su película «Ese oscuro objeto del deseo». El protagonista de la historia, un viejo enamorado, pierde la cabeza por una mujer que constantemente se transforma por completo; dos actrices interpretaron el mismo rol y las dimensiones que cada una le entrega al mismo personaje son increíbles. Cuando el protagonista necesita explorar su pasión, se encuentra con el personaje de la mujer en su carácter más sensual; cuando necesita del atavío y la moralidad se arropa por el personaje sofisticado que de igual manera lo hace ver su suerte.

La película se narra desde el vagón de un tren; ahí el personaje principal les cuenta a sus acompañantes las aventuras que ha sufrido a lo largo de los años con la mujer que ama y odia. Conforme da a conocer las anécdotas, construye una realidad para cada situación, luego viene el escarnio, la descalificación y, de nuevo, la construcción de una realidad feliz y esperanzadora que concluye siempre en la desilusión profunda de la cual el personaje jamás escapa. La construcción de la promesa, de los escenarios y el devenir, siempre es interesante. Se trata de una metáfora de la construcción de nuestra realidad de cara al mundo. Buñuel, en su infinita genialidad, nos habla de la dimensión ilusoria de nosotros, las personas comunes que necesitan de la esperanza que nos brinda un horizonte que jamás logramos aprehender.

El horizonte actual que se ha construido para el México contemporáneo carece de varios ingredientes que no tienen relación con el nacionalismo entendido como que somos parte de un conglomerado de ideas que no son compartidas a lo largo y ancho del país, lo cual es perfecto. Para que se afiance el horizonte novedoso que hoy se nos plantea con la llegada de la primera mujer en el poder, necesitamos creer en su figura como un destino necesitado por todos. Lamento si mi siguiente afirmación genera incomodidad, pero el presidente López Obrador será como J. F. Kennedy, un mito siempre vivo y recordado, pero con grietas que lo merman y que irán surgiendo poco a poco como ocurrió con el presidente estadunidense. Recuerdo que, en mi infancia, mi nana siempre me decía que Kennedy fue hombre muy querido. Hoy, la historia le ha dado su lugar como el hombre de estado que no fue del todo un hombre para su país, por lo menos para ese Estados Unidos de la década de 1960.

Volviendo al maestro Luis Buñuel, la película resulta entretenida porque es, a fin de cuentas, chisme… los hechos sobran. La construcción de un horizonte presente hacia un futuro radica en hechos, en enamorar a toda una nación para alejarla del descontento y la fragmentación. Si seguimos la lógica de Virilio, estamos ante una encrucijada: se ha dicho que la realidad política de México que se nos presenta es la ideal; en ese sentido, no podemos sustituirla con otras falsedades generadas por el mismo aparato político que se encarga de destrozar a quienes le brindan su voto de confianza.

Tw: @Cronografias

FB: @cronografiashinojosa

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS