Hace 15 años, estuve presente en la huelga de escritores que desarrollaban contenidos tanto para televisión como para cine en Nueva York. Las demandas económicas de aquellos tiempos eran las mismas que hoy, pero se suma un tema que llama mi atención: los escritores quieren que las herramientas de inteligencia artificial como el ChatGPT dejen de ser utilizadas hasta reducir su uso a una mera herramienta de consulta y no suplan las funciones del escritor, es decir, que no suplanten al guionista. Lo que llama mi atención es la urgencia de la solicitud, ¿cuántas series o programas ya están siendo escritos por la Inteligencia Artificial?

Otros temas sobre la mesa de negociación son el pago de derechos para todos aquellos que se dedican a escribir para las plataformas de streaming y el mercado de los podcasts. Demandas justas, pienso. Tanto David Simon, el creador de The Wire, como David Shore, creador de House, están llevando parte de las negociaciones… a las que no les auguro buen futuro. Menciono esto no por un sentido apocalíptico del asunto sino realista. Claro, llegarán a un acuerdo que permita el funcionamiento del engranaje del espectáculo, pero los escritores pronto perderán la batalla, si no ante la máquina, sí contra una mano de obra barata. Sí, pienso que existirá una suerte de nearshoring de plumas legal, sólo el tiempo lo dirá… ya pasa y es secreto a voces.

Mucho antes de Simon y Shore, Raymond Chandler, William Faulkner, Aldous Huxley, entre tantos, hablaban de las pésimas condiciones de los escritores en Hollywood, de la falta de respeto y lo que eso conlleva, aderezado con los sueldos raquíticos que los productores aprietan; por otra parte, pensar que el trabajo de Faulkner era modificado por un productor cualquiera da mucho que pensar. Durante los últimos 30 años que me he dedicado a las artes escénicas y, por lo menos, los últimos 20 a la escritura dramática, he visto mi trabajo burlado en cine, televisión y hasta en una que otra producción teatral, donde los productores terminan por bajarte de los proyectos, no darte el crédito o sencillamente ningunearte. Pareciera que las obras dramáticas se crean por generación espontánea.

De esa última parte, es complicado que no fuera así cuando el propio “gremio” de escritores es especialista en encapsularse y, por tanto, limitarse en su tarea creativa. La ignorancia de los guionistas de cine y televisión en México es tan soberbia que nadie fuera de ese círculo diminuto puede optar por escribir para las pantallas, menos los dramaturgos que, dicho sea de paso, fueron los primeros guionistas. Pero la mezquindad, lo sabemos, es de humanos y mentes pequeñas. Lo mejor en este sentido es generar tus proyectos alejados de aquella gente que le hace más daño que bien a su propia industria.

De mi experiencia como escritor fantasma puedo decir que he aprendido bastante de la vida de los otros. Hay a quienes admiro con muchísimo respeto por todo lo que han vivido y por ser parte de la historia de nuestro país. Otros más, te dejan con proyectos concluidos y a media paga porque al confrontarse con el papel se dieron cuenta de que su vida es tan vacua que no resisten a leerse en la pobreza intelectual y culpan al escritor. Todas las vidas son importantes, sólo que algunas carecen de la materia necesaria para hacer de ella una gran historia. De la paga ni hablar, pues no se cobran las cantidades holgadas y justas que se acostumbran en Estados Unidos o en Europa.

Aunque México es un país formado en su ideología y funcionamiento político y cultural por escritores como José Juan Tablada, Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Luis Cabrera, Jaime Torres Bodet, entre otros contemporáneos, relegó al olvido el ejercicio intelectual de la pluma. Y no es de extrañar que eso también resulte visible en el adelgazamiento de las ideologías políticas nacionales que tiene mediocres al por mayor como ejecutantes del gobierno (tanto en la cámara de diputados como en la de senadores).

Diría Barton Fink: “¡Soy escritor, monstruos! Yo creo. ¡Me gano la vida creando! Soy un creador. Soy un creador”. Supongo que esa fue una forma de los hermanos Coen de proyectar sus propios demonios al sentirse incomprendidos. En lo personal, no me siento incomprendido como escritor porque jamás he sido un bohemio. Sí sé que la paga es mala (pésima) en México y la gran mayoría piensa que la pluma o las teclas de la computadora se manejan solas, pero nadie repara en el gran trabajo mental cuasi matemático que conlleva escribir, la creación de capital intelectual no es tarea de máquinas, sino de carne y hueso. Todas las historias son iguales, comenta la masa, y hay cierta verdad en ello, pero depende de la vida y experiencia del escritor que esa historia (que siempre se ha contado desde los griegos y desde el inicio de la humanidad) gire hacia otra dirección volviéndola moderna. Yo le digo a todo el mundo: escriban. Sólo así se darán cuenta de que a veces no es tan divertido y de que la escritura es también un oficio desde el cual en ocasiones debes escribir no de la mediocridad humana, sino del mediocre que es uno mismo.

Como diría Derrida, sin llorar… pero todo esto no tiene sentido porque por fin hay una inteligencia artificial que ha puesto contra las cuerdas no sólo a los escritores sino a todos los profesionista, sin importar su especialización. Recién fui espectador de una clase de “prompts”/comandos para litigar, otra para dar una consulta médica y una más para planificar un edificio desde la ingeniería. Ni qué decir de los diseñadores gráficos; por lo menos un par de conocidos han cambiado de profesión. En lo personal, no me preocupa ChatGPT ni ningún otro programa de inteligencia artificial y no por un sentimiento de superioridad, sino porque las máquinas aún necesitan de la sensibilidad humana, las palabras son esenciales y sobre todo saberlas escoger.

La huelga de escritores en Estados Unidos es apenas la primera de las que se avecinan donde el hombre comenzará a estar en desacuerdo por el uso de la tecnología. Siempre lo he dicho y lo sostengo, no importa cuál sea tu carrera u oficio, aprende a diversificar, de no hacerlo corres el peligro de convertirte no en un índice fuera del mercado laboral, sino una víctima del presente. Por lo menos desde hace 15 años se viene anunciando la entrada de las máquinas al trabajo editorial en todos sus aspectos, pero mientras la expresión siga siendo humana, la máquina seguirá a la espera de la conquista absoluta. Respecto a la huelga en Estados Unidos, me llama la atención más el nearshoring de capital intelectual. Manos a la obra.

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