I. Cesare Pavese escribió Diálogos con Leucó hacia 1947. Su ejercicio, entre parlamentos teatrales, es el vehículo de la reflexión filosófica, en su caso poética, que evoca los trabajos de Platón y de Voltaire, entre autores clásicos e ilustrados que hicieron del diálogo la herramienta de su gresca dialéctica. De las discusiones rescato el diálogo XVI. La isla, que se da entre Odiseo y Calipso que declara: “(…) Ambos estamos cansados de un pesado destino. (…) Aquí nunca nada sucede: un poco de tierra y un horizonte. Aquí puedes vivir por siempre. (…) Inmortal es quien acepta el instante”.

II. Hace algunos meses, por cuestiones laborales, recorrí las calles de diversos municipios del país. La tarea llevaba consigo escuchar a quienes vivían con carencias. Familias enteras, de jóvenes y viejos, solicitaban: pavimento, agua, drenaje, alumbrado público, seguridad y parques. Las exigencias de las familias eran verdaderas, no había en ellos siquiera la necesidad de solicitar el típico apoyo económico. No buscaban dinero, reclamaban un bienestar que se antojaba inalcanzable por el contexto de sus poblados. En su pedir no existía el “lugar común”, sino una necesidad que apelaba a la subsistencia. Nada tan triste como escuchar a un niño llorar por hambre, mientras bebe de una botella de refresco para apaciguar la angustia del estómago. La respuesta de las autoridades estuvo llena de “lugares comunes”. Es mejor no prometer, es la única lección que aprendí del trabajo político a pie de calle.

III. Ahora que la batalla por la presidencia del país ha iniciado sin matices, educación, ni clase, me tomé el tiempo de escuchar y analizar a cada uno de los aspirantes. Lamento reconocer que sus discursos son carentes de creatividad. Al parecer optaron, sin distinción alguna, por la corriente abrahámica/musulmana que reza: “Aquí no entra nadie que no crea” y, por tanto, están solos sin importar la masa que los acompañe porque no saben construir una ideología… más allá de la que gobierna, con pinzas, al país.

IV. Algunos candidatos han dictado sendas proclamas que recuerdan a las escuelas discursivas del PRI de antaño, declaratorias escritas con rigor por los grandes escritores mexicanos de su tiempo, como José Vasconcelos. Otros más, apelan a un leguaje pueril que descansa en el grito y la embriaguez de los sentidos. Levantar el puño, con toda honestidad, es un acto anquilosado. Los candidatos cometen el mismo error: no escapan del “lugar común”. Me parece increíble que los contendientes a gobernar un país como el nuestro, no reparen en su discurso, no me refiero a la belleza del logos sino al contenido político.

V. Generar la unidad nacional, dignificar a los mexicanos, eliminar la pobreza, dar apoyo a la juventud, brindar cuidado a los ancianos, hacer de México un país competitivo, eliminar la corrupción y soñar para hacer de éste un gran proyecto de nación, son frases hechizas que forman parte de un discurso vacío que no diferencia a los candidatos del momento. Por supuesto, cada uno de los aspirantes hace lo que debe, pero me detendría a pensar en qué está haciendo su equipo y qué están pidiendo los candidatos en sí.

VI. Si cada uno de los personajes presidenciables acudiera a las comunidades antes mencionadas, echarían mano del discurso trivial tan explotado por sus predecesores. Para el político común, el reclamo del pueblo que necesita pavimento, agua, drenaje, alumbrado público, seguridad y parques, también puede ser trivial… y, por tanto, tenemos un problema justo y urgente. Yo mismo estaría a favor de que todo candidato fuera corrido de las comunidades apenas pusieran un pie en su perímetro, si comenzara a dictar sólo promesas en las plazas de las comunidades a lo largo y ancho de México.

VII. Como escribió Pavese: “estamos cansados de un pesado destino. (…) Aquí nunca nada sucede” … Empero, así serán las próximas elecciones plagadas de banalidad donde no existe una preocupación verdadera por la gente. Inclusive, el presidente, en turno erró desde la campaña en ese sentido, al concentrarse en las generalidades del pueblo que fortalecen a las ideologías. Pero la suya fue una campaña religiosa… fundamento por excelencia de “el lugar común”.

VIII. Contrario a lo esperado, el discurso político al que se debe apelar hoy deberá salirse de la estática conceptual. Este ya no es el tiempo de los mexicanos, en plural; sino el instante del ciudadano único e irrepetible entre la masa. Es el tiempo de dialogar no con Leucó, como hiciera Pavese, sino con el hombre y la mujer que despierta por la mañana y no sabe hacia qué horizonte dirigirse. Los invito a revisar la reconformación de México después de la Revolución del siglo XX, ahí están las claves… basta con despertar del sueño… Recordemos que toda ideología es finita y las necesidades humanas infinitas.

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