Por: Hugo Alfredo Hinojosa
Tw: @Cronografias
FB: @cronografiashinojosa
Me limité a no escribir acerca del problema educativo en México porque no había revisado los libros de texto. No quería opinar sin tener pruebas, pues me resistía a creer en semejantes fallos académicos hasta que pude hojear los libros de quinto grado, que tengo aquí a la mano. Previo a esto que escribo, escuché las defensas que hicieron tanto el ”estratega educativo” Marx Arriaga, como la titular de la Secretaría de Educación Leticia Ramírez Amaya, en Palacio Nacional, emulando el simulacro de información y rendición de cuentas que se llevó a cabo durante la pandemia.
Así pues, puedo decir lo siguiente con conocimiento de causa: no hay matemáticas, es un hecho. No es verdad que se planteen desde otra lógica, por lo menos no las encontré como las proponen; tampoco existen ejercicios de orden crítico que obliguen a los alumnos a pensar. En general, la propuesta académica es bastante condescendiente con los estudiantes.
Por otra parte, para ser este un gobierno “feminista” donde se supone que se valora a la mujer, en un mismo libro encontré apenas cuatro páginas donde se les reconoce en su igualdad y equidad frente a los hombres, contra 16 páginas de explicaciones y contenidos de las nuevas identidades sexuales [LGBT ad infinitum]. Además, en otro de los libros se destinan seis páginas al uso de emojis… Sí, seis páginas para que los niños aprendan a utilizar caritas felices en redes sociales. No entiendo la relevancia de esto, pero así es… quizá la suma de caritas es la forma de enseñar matemáticas en este momento histórico: si carita triste es carita que llora entonces carita incomprendida sería la resulta. Disculpen la estupidez. Todo esto en los libros “Proyectos Escolares”, “Nuestros saberes” y “Múltiples lenguajes”, sin contar las otras publicaciones.
No ahondaré en los otros errores que, según Marx Arriaga, son áreas de oportunidad. Me pregunto si el presidente estuvo al tanto de las licencias educativas que se tomaron los miles de maestros [quizá ficticios] que estuvieron al frente de este proyecto, pues hay varios temas de agenda que no estarían incluidos y se habría fortalecido la historia nacional del siglo XIX y el patriotismo. Al parecer, nunca lo sabremos.
Para estas horas del día, la maestra normalista Ana María Prieto Hernández se ha convertido en un suceso viral e histórico. Es una de las tantas profesoras dedicadas a la planeación de los nuevos libros de texto creados para minimizar a los estudiantes. Ahondo en breve: la maestra Prieto Hernández se tornó viral, como suele ocurrir con los incoherentes, no por la sagacidad de su intervención en Palacio Nacional en la conferencia vespertina en defensa de la nueva educación mexicana, sino por su actitud fuera de lugar al burlarse del individualismo del alumnado que busca la mejor calificación, dixit: “transformarme y transformar a mi comunidad, entrar en colectivo, no es el individualismo de yo sí sé, yo me saqué 10 y tú te sacaste 5, lero, lero, […] yo sí voy a ser exitoso”. Todo ello remedando un baile infantil que genera sorna.
Los emojis de todo tipo no se hicieron esperar y la profesora pronto fue apabullada con muchas caritas, pero bastantes más iconos curvos en espiral de color café que describen el contenido de 5to de primaria a la perfección. De todos los puntos que encuentro negativos en el libro de texto, reparo justo en esta lección de la maestra Prieto Hernández: la gran mayoría de los ejercicios dicen “resuelve en asamblea, hazlo pensando en los demás, en tu comunidad, como parte de ella”. Esto es, olvídate de ti, súmate a la masa y camina a su paso.
No tengo nada en contra de las comunidades, pero la historia nos enseña que los grandes cambios son generados por individualidades para luego transferirse a la masa. “Es casi imposible convertirse en una persona educada en un país tan desconfiado de la mente independiente”, escribió James Baldwin, y sumo el caso de México: este ejercicio anula en los niños el propósito de competencia y genera una frustración debido a que su potencial se acota. Mis detractores dirán que no, no obstante, parto de la experiencia que viví durante la pandemia cuando niños de excelencia dejaron de esforzarse, porque todos lograban el 10 sin mérito alguno. Aquella fue una pésima estrategia pedagógica que tardará unos años en recomponerse.
Ahora bien, esta estrategia educativa se encamina hacia un destino por demás oscuro a mi parecer. No creo en la nueva escuela mexicana desde una postura de unificación y enriquecimiento de los niños, sino como una apuesta por la polarización a futuro bajo esta ideología. Por supuesto, toda educación es ideológica, no nos rasguemos las vestiduras, sin embargo, no recuerdo que en el periodo “Neoliberal” se insistiera en adoptar una postura cuasi política de la infancia. Los detractores dirán que estoy alienado por la educación que tomé y es justo gracias a esa educación de antaño que, desde la filosofía y la crítica, entiendo cómo la democracia está en crisis y necesita ser cuestionada, he llamado a no votar pero, a decir verdad, nadie desea una crisis que elimine privilegios… en este sentido la educación es prescindible.
La gran mayoría de los colegios particulares no optarán por tomar al pie de la letra ni las actividades ni los temas de los libros de texto de la SEP, justo por la deficiencia de los materiales en sí, a la par de algunas escuelas públicas de excelencia. Pero esto generará un discurso separatista en contra de los niños donde serán tachados, al igual que sus padres, de conservadores, elitistas o detractores del régimen político por no atender las dinámicas del presente. El proyecto de la nueva escuela mexicana sí pone en crisis el ya de por sí lastimado nivel educativo en el país.
Este es un caldo de cultivo generacional que mantendrá vivo el discurso de las víctimas y victimarios de clase que surgirá desde la educación hacia el presente cuando se eleven los nuevos líderes políticos en al menos 15 años. Es por demás risible que, quienes defienden el proyecto de la SEP, tengan a sus hijos en colegios particulares. ¿Cuántos juniors intelectuales del nuevo régimen, como los que hoy inundan las redes sociales y los programas televisivos, saldrán de esos colegios defendiendo lo que no cursaron?
La imperiosa necesidad de volver a los niños ignorantes surge de la mente de personas como Ana María Prieto Hernández, que no es difícil adivinar que no logró la excelencia, pues hasta para decir estupideces existen foros y la tribuna del Palacio Nacional no debería ser la palestra de personas que abogan por el declive de la inteligencia de varias generaciones de niños. En un gobierno que teme a la mancha de la investidura presidencial, me sorprenden estas pantomimas que ridiculizan por completo a la nueva escuela mexicana.
Cuando estalló la bomba, Marx Arriaga escribió en su cuenta de X: “El tema del libro de texto ocupó ayer 11 primeras planas, amenazaron con nueve años de prisión. Por la Nueva Escuela Mexicana, por los libros, por la reivindicación del maestro, no doy nueve años, doy la vida. Vengan por ella. Eso sí, no me van a encontrar arrodillado… ¡Me encontrarán trabajando!”. Que alguien le avise por favor que no estamos en guerra y que, si quiere generar un cambio, no abone al discurso revolucionario tan agreste y anticuado; un hombre que se empeña en ser mártir termina como un bufón y la historia lo perseguirá pero no como héroe de la educación.
Retomando a Spinoza: “La actividad más alta que un ser humano puede alcanzar es aprender para entender porque el entendimiento es ser libre”, pero la libertad no acusa el ser licenciosa, al contrario, la libertad se encuentra en los márgenes de lo posible. La nueva escuela mexicana es licenciosa, pues se oculta bajo un manto de libertad engañoso que solo atienden los manipuladores. Hay que regresar a las lecturas infantiles al “Licenciado vidriera” de Cervantes… mucho que aprender… y sin dar la vida.