En la arena política internacional, las confrontaciones entre líderes pueden definir percepciones, movilizar a bases políticas en todas sus dimensiones y reconfigurar relaciones bilaterales. Claudia Sheinbaum, como Presidenta de México, enfrenta un desafío político significativo ante la figura revolucionada de Donald Trump en la política estadounidense. Históricamente, Trump ha utilizado a México como blanco de su retórica populista, lo que plantea la cuestión de cómo Sheinbaum debe manejar sus ataques. Si se piensa con seriedad y la cabeza fría, la respuesta es clara: no debe enfrascarse en discusiones con él.

Por supuesto, se puede argumentar que la Presidenta debe contrarrestar los dimes y diretes del próximo mandatario de Estados Unidos, y que debe ser firme. Pero ese tipo de consejo se lo podrían dar sus asesores bajo la estrategia mínima de lanzar mensajes que resuenen solo con las bases del movimiento de la mandataria. Seguido de cualquier ataque de Trump vendrá otro sin importar la respuesta del atacado. Ahora que México y Canadá, por cierto, son parte de los Estados Unidos, según nueva retórica del presidente del país vecino… no queda más que escuchar y reír… y planificar con inteligencia las respuestas en enero, hoy es muy temprano.

Desde su ascenso a la política estadounidense, Trump ha recurrido a un discurso provocador, utilizando a México como un enemigo simbólico para consolidar su narrativa. Los temas de migración, comercio y seguridad fronteriza se han convertido en herramientas retóricas para revestir a su base electoral. Esto pone a Sheinbaum en una situación delicada: si responde a sus provocaciones, arriesga convertirse en parte del espectáculo político que Trump domina. No obstante, ignorar por completo estas agresiones también conlleva riesgos. Por ello, su estrategia debe ser cuidadosamente calculada. Pero mientras que Trump nombra a México y a Canadá como parte de Estados Unidos porque ya nos “mantiene”, el todo poderoso mandatario está en Francia tratando de “sofocar” una guerra. Así, ¿realmente qué le interesa al señor?

Trump es un maestro en manipular la atención mediática, valga la obviedad. Un enfrentamiento directo con Sheinbaum lo beneficia enormemente, ya que usa el conflicto para reafirmar su narrativa de un México “problemático” que amenaza los intereses estadounidenses, un México Terrorista que debe ser salvado de sí mismo. Cada ataque que reciba de parte de la Presidenta mexicana sería convertido en munición política para energizar a su base y desviar la atención de los problemas internos en Estados Unidos. En redes sociales, por ejemplo, las declaraciones de los seguidores de Trump en contra de la presidenta son bastante ofensivas. “That bitch”, es lo menos duro.

Por otro lado, Sheinbaum tiene más que perder. Participar en un conflicto mediático con Trump erosiona su imagen de lideresa enfocada y comprometida con el bienestar de los mexicanos. Por otra parte, dejando el purismo de facto, tanto México como Estados Unidos salen lastimados en los cuasi enfrentamientos, ambos países son interdependientes por la economía. El pseudo conflicto entre la presidenta y Trump tensó de facto las relaciones bilaterales en áreas críticas como el comercio, la migración y la cooperación en seguridad. Históricamente, las disputas entre líderes de ambos países han tenido consecuencias negativas para los ciudadanos de ambos lados de la frontera, desde retrasos en acuerdos comerciales hasta el deterioro de la confianza mutua.

Desde el enfoque populista, responder a las agresiones de Trump es una estrategia tentadora digna de todo pensador de izquierda visceral y bizantina. Mostrar firmeza podría parecer que fortalece la imagen de Sheinbaum entre ciertos sectores de la opinión pública mexicana ad hoc. Y como ya vimos, el enfoque activo y resiliente disfrazado de determinación amplifica la narrativa de Trump. La diplomacia ofrece una vía mucho más efectiva, Sheinbaum debe delegar estas cuestiones al Secretario de Relaciones Exteriores, si es que tiene la capacidad, permitiendo que las respuestas oficiales sean técnicas y neutrales y no mal redactadas por la inmediatez. Esto no solo evitaría la escalada del conflicto, sino que también protegería la imagen presidencial.

Un enfoque diplomático también permitiría a Sheinbaum concentrarse en su agenda interna, demostrando que su gobierno está enfocado en resolver problemas reales en lugar de involucrarse en disputas mediáticas. Al mantener una postura sobria y profesional, Sheinbaum podría reforzar su reputación como una lideresa de una sola pieza por la cual votaron los mexicanos. Es tiempo de que quite de su investidura la sombra del pasado inmediato que pesa sobre ella.

Así, los medios de comunicación desempeñan un papel clave en este tipo de enfrentamientos. Un intercambio directo con Trump genera titulares sensacionalistas que desdibujan a la presidenta por completo, y necesitamos a una estadista que no se deje arrastrar por las provocaciones.

Los mexicanos esperan que su presidenta defienda los intereses nacionales, pero también valoran un liderazgo que no se distraiga con conflictos innecesarios. Al priorizar la agenda interna y evitar enfrentamientos mediáticos. Enfrentarse a Donald Trump en una disputa pública podría ser tentador, pero los riesgos superan con creces los beneficios. Los asesores de Claudia Sheinbaum deben resistir a las tentaciones de enfrascarse en discusiones con él y, en cambio, optar por mantener la calma y priorizar su agenda interna. El gran logro del secretario Omar García Harfuch, en lugar de ser un éxito rotundo, pasó a la historia inmediata como la reacción de México ante la presión de Estados Unidos. Esa es justo la narrativa que no puede imperar porque entonces, Trump queda como el gran vencedor, aún no llega al poder y “los mexicanos” hacen lo que deben para hacerlo feliz. Por eso Trump dice que México es otro estado más de Estados Unidos, él ya parece mandar.

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