La historia nos ha enseñado que los cambios políticos en tiempos de crisis pueden ser tanto una oportunidad para la renovación como una fuente de profunda incertidumbre y temor. Cuando una nación se encuentra lastrada por problemas económicos, sociales o de seguridad, cada alteración en el escenario político puede sentirse como un salto al vacío. La cita de Jean-Paul Sartre, “Estamos condenados a ser libres”, retrata la paradoja de la libertad en tiempos de incertidumbre: la posibilidad de un nuevo comienzo viene acompañada del miedo a lo desconocido justo por el temor de lo nuevo acoge bajo el mando el mismo rostro del conocido, la traición.

I. La incertidumbre política se convierte en un terreno fértil para la ansiedad colectiva. John Stuart Mill afirmaba que “la única libertad que merece ese nombre es la de perseguir nuestro propio bien a nuestra manera”, pero en un contexto de inestabilidad, esta libertad parece una carga insoportable. Las decisiones políticas, que deberían guiar hacia la estabilidad, a menudo se perciben como movimientos impredecibles que pueden agravar las dificultades existentes. Generar caos en la discordia.

II. Zygmunt Bauman introdujo el concepto de “modernidad líquida” para describir una época en la que nada es fijo y todo está en constante cambio. En este contexto, los cambios políticos amplifican la sensación de vivir en una realidad precaria.

III. En tiempos de cambios políticos, la desconfianza hacia las instituciones se exacerba. Max Weber, en su análisis de la burocracia y el poder, señaló que “La política es una fuerte y lenta perforación de tablas duras”. Sin embargo, cuando el taladro se mueve demasiado rápido, la estructura puede romperse en lugar de fortalecerse. La fe en el liderazgo se erosiona cuando los cambios parecen más dictados por intereses particulares que por el bien común, pero el “bien común es también un interés particular” por lo menos en el discurso.

IV. La incertidumbre también afecta la economía de manera significativa. John Maynard Keynes sostenía que a largo plazo, todos estaremos muertos, subrayando la importancia de las decisiones a corto plazo, sobre todo del gobierno. En un entorno político inestable, las inversiones se reducen y la confianza en los mercados se desploma, exacerbando los problemas económicos que la nación ya enfrenta. Pero la inestabilidad es también un proceso de gobernabilidad quejosa que apela a los “inocentes”.

V. La cohesión social se pone a prueba cuando la incertidumbre política reina. Nelson Mandela afirmaba que los momentos de incertidumbre pueden inspirar a los líderes y ciudadanos a actuar con valentía, enfrentando los desafíos con nuevas ideas y renovado vigor. Las naciones que atraviesan periodos de cambios políticos y sobreviven a la incertidumbre a menudo emergen con una mayor resiliencia. La experiencia de superar crisis puede fortalecer la identidad nacional y la cohesión social, preparándola para enfrentar futuros desafíos con más determinación. Pero la “identidad nacional” a menudo se torna “nacionalismo” con un tufo de rechazo y en otras ocasiones con brío de triunfalismo, depende de quién dicta el discurso: la izquierda o la derecha.

VI. Se le atribuye Winston Churchill la frase: “la política es más peligrosa que la guerra, porque en la guerra sólo se muere una vez”. Los políticos deben reconocer el impacto de sus decisiones en la estabilidad de la nación y actuar con un sentido de responsabilidad hacia el bienestar de todos los ciudadanos. Dicho de otra forma, eliminando el romanticismo, no existe nada más peligros que un político de profesión fuera de la jugada, cometerá actos inusitados con tal de ocupar la palestra.

La incertidumbre que ocasionan los cambios políticos en una nación lacerada es una espada de doble filo. La clave está en cómo la sociedad y sus líderes eligen enfrentar estos cambios: con temor y parálisis, o con coraje y visión de futuro. ¿En qué momento está México?


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