Los riesgos de los migrantes indocumentados en Estados Unidos rebasan sus derechos humanos, tocan sus bolsillos y los de México. A medida que la tensión política crece en la Unión Americana, cabe preguntarse a dónde pararán sus ahorros y remesas.
Las deportaciones del presidente Biden sobrepasan los 1.1 millones y parece que superarán al millón y medio de Trump en sus 4 años de gobierno. A ello sumamos los más de 3 millones de expulsados durante la pandemia de Covid-19 (2020-23).
La deportación de mexicanos “sin papeles” va más allá de perder un trabajo en EU y envíos de dinero. Los paisanos dejan en el camino propiedades y ahorros. Aunque se dan pláticas de inclusión financiera y de como abrir una cuenta bancaria, en la práctica, sólo los migrantes más educados y jóvenes las consiguen.
Un estudio de la Universidad de San Diego y el banco BBVA da un buen diagnóstico. Subiendo la escalera económica: 20 años de inclusión financiera de la comunidad mexicana en Estados Unidos afirma que pese a que se reconocen las aportaciones de los migrantes en México y EU, “la inversión pública y la participación del sector privado en las estrategias para su inclusión financiera son insuficientes y les falta continuidad”.
El exdirector del Instituto de los Mexicanos en el Exterior (SRE), Juan Carlos Mendoza comparte su experiencia con las ventanillas de asesoría financiera. El problema es que “no se han podido consolidar como otros programas comunitarios por la falta de un presupuesto constante”.
Asombra, que pese a la condición “ilegal” los indocumentados, sea más fácil abrir una cuenta de banco en Estados Unidos que en México, queja común en los consulados. Es interesante la evidencia que Jesús Cervantes encontró desde el Banco de México (2015-17): 67% de las personas que envían remesas tiene una cuenta bancaria y de los que las reciben sólo 34% tiene cuenta. Es decir, muchos de los migrantes que mandan el dinero sí tienen un banco en EU, pero la mayoría de sus familias que reciben esos envíos en México no lo tienen en su propio país.
El asunto a resolver es ese, abrir y manejar una cuenta para un indocumentado es más ágil en un banco de EU que en uno mexicano. En la Unión Americana la matrícula consular o una licencia de manejo son tomadas como identificación para abrir una cuenta y no se requiere de teléfono celular. Hay incluso bancos con asesores asignados en español.
Del lado mexicano, se da por hecho que quién abre una cuenta tiene recursos y educación suficiente. Se solicitan una o dos identificaciones oficiales, IFE o pasaporte, que en ocasiones ni los migrantes mexicanos ni su familia tienen a la mano. Para abrir una cuenta se pide celular de México, lo que es un gasto excesivo para un migrante que quizá sólo esté dos semanas al año en el país y que atenta contra sus derechos humanos.
Así, la inclusión financiera implica más que charlas. Se resuelve con registrar a un migrante con teléfono de EU o ayudar a su esposa indígena a abrir una cuenta sin un celular o el INE como obligatorios. Pareciera que el sistema bancario está rechazando clientes y remesas.
Especialista en geopolítica y miembro de Comexi