El mundo despierta en 2023 con viejos problemas y pocas nuevas soluciones. Las distintas formas de entender el progreso chocan y las sociedades se cansan de esperar. En 2022 ganaron las ideas extremistas, pero comenzó el regreso de los moderados.
La guerra más famosa es la de Ucrania, más hay otras no menos graves y horrorosas. Existen conflictos civiles, étnicos, terrorismo y las llamadas “guerras contra las drogas”.
La situación del centro de África es alarmante, sobre todo por la indiferencia global. En Asia, Afganistán yace a la deriva con una crisis humanitaria dónde niños y mujeres tienen cada vez menos acceso a salud y educación. Mientras, las luces amarillas del continente americano palpitan en México y Venezuela.
Siria es otro punto dónde Occidente y la prensa internacional están agotados. Según la agencia de Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR), más de 3.6 millones de desplazados sirios sufren en Turquía. Ahí se prueba que las buenas intenciones sólo impactan cuando conllevan fuertes presupuestos. El pasado 12 de diciembre, la Unión Europea confirmó un paquete de 1.2 miles de millones de euros para migrantes en Turquía, para: necesidades básicas, empleo, discapacitados y supervisión humanitaria en la frontera.
Arabia Saudita parece estar rodeada de los buenos y los malos acontecimientos. Los Emiratos Árabes celebraron la Expo Dubái 2020 y la Copa Mundial de fútbol resaltó a la región y a Catar en 2022. A un lado, está la guerra civil de Yemen, apenas conocida fuera del mundo árabe. Los sauditas ven a unos kilómetros a países en guerra, acaso discutidos por especialistas. Poco se sabe de las luchas de Sudán, Etiopía o Somalia, en la Ciudad de México, Chicago o Buenos Aires. Igual, la realidad de Iraq pierde atención en Roma, Estocolmo o Barcelona.
China define ahora la agenda mundial con Estados Unidos, incluso más que Rusia. De acuerdo con el Pentágono, los chinos podrían contener el poder nuclear de EU, con 1,500 cabezas nucleares ya programadas para 2035. Durante el gobierno de Xi Jinping se duplicó el presupuesto de la diplomacia china, con un crecimiento mayor al de defensa. Los chinos limitan la hegemonía de EU también en economía y tecnología. China está preparando una inversión de 143 miles de millones de dólares en semiconductores.
América Latina muestra lo que se denomina el síndrome de Peter Pan. El mundo está madurando y los latinoamericanos se resisten a crecer. Las políticas públicas latinoamericanas no centran su gasto en lo que está definiendo el futuro.
La capacitación de la sociedad latinoamericana en tecnologías de la información es marginal. El aprendizaje de idiomas es ínfimo; en un país como México —que tiene frontera con Estados Unidos— sólo el 5% habla inglés. Centroamérica y América del Sur tampoco se están formando ni con la tecnología, ni el idioma chino, pese a la gran presencia e inversión china.
La esperanza para 2023 es que sea un año de propuestas y no de quejas, de soluciones y no de culpas. Los meses venideros anhelan consensos locales y globales. La ONU es de los pocos foros que brinda posibilidad para esa discusión. Junto con las universidades, es un espacio donde ese debate serio podría sobrevivir.