La ciudad suiza de Davos oye este año más problemas que soluciones. Es normal que el Foro Económico Mundial debata grandes temas globales, guerras y crisis. Lo que no es común son tan pocos consensos en la mesa.
La falta de comunicación la muestran los protagonistas del conflicto de Ucrania. El presidente ucraniano participó y el ruso no. Zelenski se enlazó de manera virtual y Occidente escuchó sus reclamos. Putin esta vez no viajó a Suiza ni se conectó, no hubo interacción. El mandatario ucraniano demandó: mayor apoyo, sanciones máximas y que las empresas extranjeras dejen el territorio ruso.
De Greta Thunberg a Angela Merkel, Davos solía ser el lugar por excelencia para discutir el cambio climático. La guerra de Ucrania se llevó esta vez los reflectores con dos temas paralelos: modernización energética y seguridad alimentaria.
Ursula von de Leyen, presidenta de la Comisión Europea, dijo que el espíritu de Davos es la antítesis de la guerra. Acertado, porque la discusión entre políticos, empresarios y activistas tiene el objetivo de evitar el conflicto. Se reconoce también que los europeos se hagan cargo de 6 millones de refugiados ucranianos, si bien, no se habló de los sirios hacinados en Turquía.
La Unión Europea depende de Rusia por su petróleo y gas, recordó el Foro. En 2021, dos quintas partes del gas europeo procedían de Rusia. Von der Leyen ya lo había reconocido: "Debemos independizarnos del petróleo, el carbón y el gas rusos (...) tenemos que actuar ahora para mitigar el impacto del aumento de los precios de la energía, diversificar nuestro suministro de gas para el próximo invierno y acelerar la transición energética limpia".
Los pueblos alpinos de Davos y Kloster fueron la plataforma para reafirmar el RePowerEU, un plan europeo de 300 mil millones de euros para la independencia energética de Rusia y la “transición verde”. 4 países ya se unieron para cuadriplicar capacidad eólica en el Mar del Norte. Los vientos de sus nuevos parques renovables generarían energía para 50 millones de hogares europeos.
La crisis alimentaria descongeló a los asistentes de Davos con datos alarmantes. Los precios del pan han aumentado en Líbano el 70% y los granos de trigo, ucraniano y ruso, no llegan a muchos destinos africanos. Odesa, el grandioso puerto de Catarina la Grande, sigue obstruido militarmente. Del lado ruso, el bloqueo occidental comienza a tener repercusiones en el mercado alimentario y de fertilizantes.
La crisis de los michochips, conocidos como semiconductores, propios de manufactureros como China, Corea o México, fue abordada por España. Pedro Sánchez anunció el Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) con 12 mil millones de euros para desarrollarlo. Un acierto, el presidente Biden había comentado que: EU no puede ganar la guerra de los semiconductores solo. Es uno de los productos que más importa y que ha detenido la manufactura de automóviles, equipo médico y computadoras.
El Foro Económico Mundial se niega a desaparecer, entre disputas de gas, petróleo, medicamentos, calentamiento global y luchas territoriales. Aunque América Latina está poco presente en las negociaciones. Davos avanza, con el tanque vacío, con pocos líderes, pero muchos asuntos que resolver.
Doctor de la Universidad de Tubingen, Alemania, y diplomático