Davos 2024 va a ser un foro dominado por la geopolítica en un mundo que rechaza el compromiso. Nadie quiere firmar nuevos acuerdos ambientales, aumentar los presupuestos en cooperación internacional o tomar en serio asuntos como la migración y sus costos.
En la montaña suiza se prepara un debate abierto sobre inteligencia artificial. Esto no pasa con un acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia. Pero esos temas parecen ser desplazados por Israel, Palestina y el futuro energético de Medio Oriente.
La tercera semana de enero sonarán los peligros del cambio climático, como los terremotos en Japón y las inundaciones en Alemania. Se discutirá el calentamiento global, el sufrimiento del pueblo palestino y la prosperidad que puede dar un comercio mundial más ágil y sustentable.
En 2023 se buscó reimaginar la globalización, disminuir los radicalismos ideológicos, aumentar la calidad de vida y prevenir el resurgimiento del Covid. De los avisos que recibió México, destacó el de “estar más abierto al talento extranjero”, ya que “ayudaría a México a atraer más talento”.
Ahora la meta de la reunión alpina es construir y aumentar la confianza entre países, empresas, organizaciones no gubernamentales y los propios ciudadanos; quienes muestran pereza o desdén para asumir responsabilidades.
A activistas como Greta Thunberg se les ha criticado —en Davos— su debate agresivo ante la destrucción del planeta, pero sin propuestas realistas para el medio ambiente o base científica para las soluciones energéticas. Lo mismo pasa con los líderes de las principales economías, que reconocen la falta de cooperación global, mas al regresar a sus países sólo atienden las agendas políticas locales.
Los empresarios asistentes caen en el mismo desfiladero. Discuten las posibilidades de negocios y creación de empleos, pero son tibios al tratar el pago de impuestos y la regulación de industrias como la de la tecnología de la información, que concentra las nuevas grandes fortunas.
La presencia de la familia Trump ha sido controversial como lo fue la de Putin y la delegación rusa en otros años. Ahora se espera que haya nuevos líderes mundiales, industriales y activistas que se puedan sentar a buscar soluciones conjuntas y comprometerse, más que injuriarse unos a otros, en medio de la nieve.
En Davos, algunos vamos a extrañar la acidez y franqueza de personajes como Wolfgang Schäuble y la fuerza que él acarreaba con su silla de ruedas. Quien afirmaba la importancia de tener relaciones con Rusia, pero exigía que fueran claras y bien entendidas. Su fallecimiento reciente deja un hueco entre profesionales.
A Schäuble prácticamente sólo le faltó ser Canciller de Alemania, pues ocupó casi todas las carteras importantes de su gobierno. En lo internacional entró a temas de fondo, incluso más que la propia Angela Merkel, por ejemplo, al cuestionar las acciones unilaterales de Estados Unidos en Irak y acercarse a países fuera de la prioridad alemana, como México, en lo que la excanciller siempre fue marginal.
Davos es vigente porque es un sitio donde se puede seguir hablando del crecimiento de la economía, un balance con la calidad de vida de la gente y el cuidado del planeta. Lo ideal sería que además del intercambio de ideas, ahora haya compromisos mundiales y que estos se cumplan.