En diplomacia al igual que en futbol, a Brasil le gusta jugar en la primera división. Lo hace no sólo por sus recursos, sino porque tiene la voluntad de lograrlo. Cada vez se comporta más como una potencia, desde China en el Oriente, hasta África en el Occidente.
Así como los brasileños han desarrollado generaciones de futbolistas, es posible identificar a expertos del área internacional. Quizá el más representativo es Celso Amorim, asesor de cabecera del presidente Lula da Silva.
Cuando uno habla con don Celso pareciera que se está charlando con alguien que tiene un mapa mundial en la cabeza. Voltea los ojos hacia el norte, el sur y al horizonte. Platica con calidez y busca aprender de ti cuando escucha. Sabe hacer a Brasil más grande de lo que es y disfruta la geopolítica. A él le gustaría pasar a la historia como el Kissinger latinoamericano.
Recordemos la reciente visita de Amorim a Moscú y al presidente Putin. Se le recibió como a un líder de seguridad internacional. Mostró que a Brasil no se le concibe sólo como potencia económica regional o socio comercial, sino como protagonista de la guerra y la paz, quizá el único latinoamericano en recibir esa categoría en Europa. Tras la recepción, la conclusión de Amorim fue que el momento para negociar la paz en Ucrania no ha llegado, pero hay que estar listos porque puede suceder en cualquier momento.
Lula convocó a los líderes sudamericanos el 30 de mayo en Brasilia. El encuentro confirmó la intención brasileña de ser la principal voz regional, porque: “una América del Sur fuerte, segura y políticamente organizada amplía las posibilidades de afirmar, en el plano internacional, una verdadera identidad latinoamericana y caribeña”. Por si había dudas, afirmó: “Cuando asumí la Presidencia, el primero de enero de este año, Sudamérica volvió al centro de la actividad diplomática brasileña”.
Además, criticó la violencia contra las instituciones: “En Brasil y en otros países, los recientes ataques a las instituciones democráticas, incluidas las sedes de los poderes constitucionales, nos han ofrecido una trágica síntesis de la violencia de los grupos extremistas, que utilizan las plataformas digitales para promover campañas de desinformación y discursos de odio”.
El brasileño replanteó: ¿qué papel queremos para América del Sur? “Tenemos el más grande y más variado potencial energético del mundo, si tenemos en cuenta las reservas de petróleo y gas, la hidroelectricidad, los biocombustibles y la energía nuclear, eólica, solar y el hidrógeno verde”.
Su agenda es clara: “En los próximos años, seremos sede de eventos de los principales foros de gobernanza global, como la reunión del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, en Perú, la Cumbre del G20, la reunión de los BRICS y la COP 30, sobre el clima, en Brasil”.
Mientras en política exterior los chinos tienen definida su ruta de la seda, se podría decir que Brasil tiene planeado su propio “campeonato mundial”. Comienza en América Latina. Recorre África, China y se acerca a Alemania, Rusia, Ucrania y la Unión Europea.
Para concluir, el presidente brasileño cita al embajador Samuel Pinheiro Guimarães, antigua cabeza de Itamaraty, su escuela diplomática: “Tenemos que negarnos a pasar otros quinientos años en la periferia”.