Brasil está dos pasos adelante del resto de América Latina. Mientras algunos países esperan en la esquina una pareja para bailar tango, la diplomacia brasileña apuesta a un desfile de samba e invita a danzantes tan cruzados como China y Estados Unidos, Rusia y Ucrania o México y Argentina.
El presidente Lula se sienta con Biden y Xi Jinping. Ha invitado al baile a Putin y a Zelensky, a Milei, López y Maduro. Muchos de sus convites han funcionado. Este año se escuchará bossa nova el Grupo de los 20 en Río; una visión de potencia media con los BRICS, la OPEC+ y Mercosur. Terminará el carnaval con la gran reunión ambiental de la COP 30, en la amazónica ciudad de Belén, en 2025.
Lula da Silva impacta el plano internacional con la intensidad de su primer mandato, pero con nuevos pasos y ritmos. Mantiene su activismo en Naciones Unidas y es el líder latinoamericano con más presencia en África. Lula cuenta su historia en el llamado “sur global,” y Brasil se promueve como la nueva voz de un orden mundial más justo, equitativo e inclusivo.
La ventaja de los brasileños sobre otros latinoamericanos es que entienden el mapa internacional. El mundo tiene hambre, riesgos de seguridad y pocos recursos naturales. Brasil alimenta al 10% de la población mundial. Su reserva natural y ecológica son claves para discutir el futuro de un planeta sustentable y el calentamiento global. Su política exterior cuenta con un amplio presupuesto para promover cooperación y paz.
El segundo rasgo brasileño es su confianza y proyección. Brasil ha logrado diferenciarse de EU y acercarse a países como China y Rusia, aunque esto contraponga el interés estadounidense. Por un lado, un tercio de las exportaciones agrícolas brasileñas son enviadas a los chinos y hay un fuerte lobby brasileño pro-chino. Por el otro, EU es la segunda fuente de inversión extranjera directa en territorio brasileño (24% en 2022), superada sólo por la holandesa (25%).
La dualidad reaparece en temas como la invasión rusa en Ucrania. Los brasileños condenan la guerra en la ONU, pero rechazan la invitación de EU para frenar a Rusia y recuperar Crimea. Así, la agudeza de Celso Amorim, viejo asesor de Lula, reaparece en la Conferencia de Seguridad Múnich de 2024, donde ambos Mazarinos propusieron mediar directamente entre Putin y Zelensky. Ese doble baile brasileño se confirmó en el encuentro “Nuevas alianzas globales para Ucrania”, llevado a cabo en Brasilia el pasado 11 de junio, donde hubo una defensa humanitaria de los ucranianos, pero poca intención de atacar a los rusos.
Pareciera que el talón de Aquiles de Brasil en su relación con el exterior es el mismo de México. Por más de medio siglo las tierras brasileñas han acogido industrias de impacto mundial como la automotriz, pero sin gran transferencia de tecnología. Hoy en día no hay un auto brasileño importante como tampoco hay uno mexicano. Sólo cambiaron los proveedores y dueños de las maquiladoras, antes eran alemanes y estadounidenses, ahora son chinos.
Finalmente, hay un acuerdo de facto entre China, Rusia y Brasil para equilibrar la geopolítica mundial. Los brasileños parecen independientes de EU y la Unión Europea. Con esto, la diplomacia brasileña va dos pasos adelante, por lo menos de los demás latinoamericanos.