Audi, BMW y Mercedes Benz consideraron atractivo a México por virtudes de un momento concreto. Fueron grandes inversiones para el país. Mostraron que las automotrices quieren algo más que sólo exportar autos o producir ganancias.

La respuesta fácil a ¿qué quieren las empresas globales para instalarse en tierras mexicanas? es quizá tener acceso directo a Estados Unidos, Canadá y nosotros. Pero el espacio NAFTA, ahora T-MEC, es más que beneficios comerciales.

A distancia vemos las motivaciones que tuvo, en su caso Volkswagen, en la creación de su primera planta en Ecatepec en la década de los 50 y la de Puebla en los 60. La venta del clásico mexicano “vocho” rompió records mundiales. Mas ese logro es superado por la sofisticación y transferencia tecnológica que hoy experimentan las fábricas poblanas.

El primer interés de los consorcios automotores en el siglo XXI es contar con una ruta rápida y segura hacia los grandes mercados. Esa consideración la cumple el Bajío mexicano. Por ello fueron grandes candidatos a las inversiones suabas y bávaras, Aguascalientes y San Luis Potosí, consecutivamente. La cercanía con la frontera estadounidense es importante, aunque lo es también contar con amplias autopistas y parques industriales para una producción y distribución eficiente.

¿Por qué entre Puebla y Panamá no hay plantas automotrices? No es sólo la lejanía de la frontera de EU, ese es un postulado viejo, hay otras razones de fondo. El segundo motivo es que las trasnacionales buscan una ubicación que cuente con empleados calificados y un lugar de residencia cómodo para sus expatriados.

La posibilidad de acercar a ingenieros con estándares internacionales benefició a los hidrocálidos y potosinos, que además gozan de estados vecinos también con técnicos competitivos. Los alemanes apreciaron la calidad de vida en estos destinos mexicanos, así como el buen clima -no sólo laboral- sino la cantidad de luz solar en las calles. Existen buenos colegios para los expatriados alemanes (o extranjeros) y la posibilidad de fundar nuevos. En el caso del “Audi Center” en la José Chiapa, es posible para las familias vivir en la ciudad de Puebla y asistir al colegio alemán o disfrutar de la tranquilidad de Tlaxcala. Ahí en Chiapa se produjo el primer auto “premium” 100% hecho en México.

La nueva realidad no es la de los años setenta y la era dorada del “vocho”, ahora las grandes inversiones de automotores requieren de leyes predecibles y certidumbre en abastecimiento de energía eléctrica. El respeto a los tratados internacionales pasa también por responsabilidades laborales, ambientales y de género.

Hoy en día, un suministro seguro y estable de energía eléctrica puede definir donde se instala una nueva planta automotriz, pues sin ello puede haber pérdidas millonarias y afectaciones laborales. Según estimaciones del Centro de Investigación de Sistemas Ambientales de Kassel, Alemania, se requiere más de 55,000 MJ (megajoules) para producir un coche promedio. Otro ejemplo es que, en Japón el 15% de consumo de energía eléctrica es del sector automotriz. En conclusión: sin modernos y grandes provedores de energía no hay coches.

Quizá el cuarto elemento es crear comunidades y una educación común. La fábrica de Audi en Ingolstadt es conocida como “Ingolstotitlán” por la cantidad de técnicos mexicanos que van a capacitarse, al igual que en “Neckarsulmtepec”. Esos poblanos y tlaxcaltecas, con calidad y sin complejos, podrían producir un superauto R8 en San José Chiapa. El armar y desarmar a un nostágico “vocho” se lo pueden dejar a sus hijos de secundaria o preparatoria.

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