El mundo se conmociona con el fallecimiento de un afroestadounidense en su arresto en Minneapolis y retumban las manifestaciones en distintas naciones. Las familias mexicanas han recibido la noticia con pena más que como un suceso distante, no pareciera que esté pasando en el país vecino, mucho menos vemos alguna protesta significativa en las calles de México contra la violencia que sufren las minorías en Estados Unidos.

La historia de los afrodescendientes está poco presente en la educación mexicana. En los libros de texto hay muy pocas menciones de su devenir contemporaneo. Sus luchas sociales no se alinean con la comunidad mexicana en Estados Unidos ni con las de los migrantes indocumentados. Este sector no se ha acercado a las causas mexicanas, pero tampoco los connacionales han actuado para tenerlos como aliados.

El expresidente demócrata Barack Obama nunca había pisado tierras mexicanas hasta que fue presidente, si bien ya conocía otros continentes. Él fue responsable de esa omisión, fuera por falta de curiosidad, interés cultural o de turismo. Pero los mexicanos son corresponsables de que los afrodescendientes como él no accedan a su cultura, vida política y visiten sus destinos turísticos.

Los estadounidenses encabezan el turismo internacional mexicano, pero México no es la preferencia de los afroestadounidenses; ellos prefieren el Caribe. Las visitas de ese grupo fueron 50% mayores en los sitios caribeños que en los mexicanos durante los últimos años.

El turismo de este sector representó 63 mil millones de dólares en 2018 y no existe un presupuesto mexicano destinado a atraer turística y culturalmente a esta importante comunidad. Los “viajeros culturales” afroestadounidenses son los que más gastan, con un promedio de 2 mil 78 dólares sobre mil 345 de los viajeros regulares.

En América Latina, Colombia resalta con iniciativas recientes a favor de estas comunidades. En 2018, junto con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, el gobierno colombiano apoyó a dos comunidades afrocolombianas para establecer protocolos de cooperación humanitaria.

Un total de 15 comunidadades, entre ellas Pueblo Negro (Choco), Putumayo y Renacer Negro (Cauca), se sumaron a estos protocolos. La mayor ausencia afromexicana es la coordinación en causas comunes. La violencia contra cualquier minoría exige la solidaridad de los mexicanos con nacionalidad estadounidense, así como del gobierno de la República.

En el caso Floyd, observamos protestas pacíficas ante las embajadas estadounidenses en Australia, Berlín, Brasil y la lejana Nueva Zelanda. Es inconcebible que en Oceanía sean más sensibles que un el país vecino, que sufre los mismos pesares y ultrajes en términos de derechos humanos.

Sólo hubo un pequeño mitin frente a la representación diplomática de Estados Unidos en Paseo de la Reforma. Mientras esta célebre avenida de la Ciudad de México recibió 9 mil 111 manifestaciones en 2014. Además, quienes protestaron fueron principalmente estadounidenses y no mexicanos. Ese es el sentir en ambos lados de la frontera, con o sin muro, mexicanos y afroestadounidense están distanciados.

La lamentable muerte de George Floyd en Minnesota revive las batallas humanitarias del siglo XX, el abuso de autoridad, el racismo y la segregación, versus el concepto de policías cercanas a los ciudadanos. Estos también son problemas cotidianos de 6 millones de mexicanos indocumentados en la Unión Americana.

Por ello, sorprende que no exista un presupuesto o una política mexicana con recursos suficientes para armonizar una tarea afín entre migrantes y afrodescendientes. El reto de las llamadas minorías de dicha comunidad y mexicanos en Estados Unidos es establecer una agenda cotidiana en pro de los derechos humanos y obtener una partida gubernamental permanente que dé viabilidad a su reivindicación social.

Las buenas intenciones no son suficientes. Los latinos y los mexicanos con nacionalidad en Estados Unidos no deben fingir ceguera ante la discriminación de los afrodescendientes, porque con ello se vuelven más vulnerables, por no mostrar congruencia, empatía y también por falta de visión.

Especialista en geopolítica y miembro de COMEXI

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