Ante las recientes protestas de taxistas capitalinos contra los servicios de aplicaciones móviles, recordamos sus protestas por motivo del pago de tenencia. En uno de los especiales que publicamos anteriormente en este espacio con motivo del 2 de octubre de 1968, abordamos una de las posibles teorías sobre el surgimiento de la tenencia.

¿Acaso gran parte de los intereses que estuvieron implicados en el uso de la fuerza en Tlatelolco hace 53 años fueron solamente económicos? Una pregunta que desde hace años ronda a nuestro lector, Gilberto L., cuyo abuelo fue funcionario del círculo de confianza de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría.

En aquellas sobremesas de familia, don Gilberto escuchó a su pariente narrar muchas anécdotas sobre los ex presidentes, y en especial sobre el clima que se vivió en las entonces faraónicas cúpulas del poder antes y después del 2 de octubre de 1968. Aunque la primera propuesta sobre la tenencia vehicular fue lanzada en 1961, se cuenta que la celebración de los Juegos Olímpicos fue en realidad una estrategia política para asegurar a las arcas del erario una cuantiosa renta anual.

El abuelo de don Gilberto fue uno de los encargados de discutir las bondades a largo plazo de dicha iniciativa, que otorgaría en una primera etapa 5 mil millones de pesos, para después llegar a casi 22 mil de ellos cada 12 meses, un jugoso pastel que pocos estaban dispuestos a perder y “mucho menos por un grupo de melenudos alebrestadores”.

Don Gilberto afirma que su abuelo fue testigo de las gráficas que fueron mostradas al propio Díaz Ordaz y a Luis Echeverría, con respecto a la pérdida económica que representaría el sabotaje de las Olimpiadas, y de la catástrofe financiera de no aplicar aquel impuesto.

Se calcula que en estos 53 años la derrama económica por el impuesto de la tenencia vehicular ha sido de más de un millón de millones de pesos, cifra que los analistas gubernamentales de aquellos tiempos ya habían concebido de acuerdo al incremento en la inflación y las variables del dólar sobre nuestra moneda.

“Necesitamos de un ejemplo, rápido, certero y sin miramientos”, fue, de acuerdo a lo narrado por nuestro lector, la sentencia de un explosivo Luis Echeverría en una de esas juntas donde se analizaba el impacto de las numerosas manifestaciones de estudiantes aliados con facciones obreras en ese año.

Lamentablemente aquella frase adquirió fuerza con el paso de los días y las semanas y derivó en la masacre que hoy, a poco más de dos meses de haberse cumplido 53 años de su ejecución, continúa resonando como uno de los pasajes más vergonzosos de la historia nacional.

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