¿Tiene alguna utilidad tocar el claxon en una urbe tan problemática como la Ciudad de México? En 97% de los casos los expertos coinciden en que no.
Entre los ejemplos más comunes de la inutilidad de tocar el claxon mencionan el abrirse camino y avanzar unos metros para llegar al alto más cercano, tocar el claxon en un embotellamiento, tocar el claxon por mera inercia al ponerse la luz verde en el semáforo.
“Vivimos en una cultura de individualismo en la que el claxon se ha convertido, más que en un utensilio de prevención automotriz, en una herramienta de desfogue”, opina el sicólogo Esteban Ramírez, quien junto con el sociólogo Moisés Flores (investigador del fenómeno en España) ha realizado un trabajo acerca de este tema que, en su opinión, se relaciona directamente con la salud pública, tanto a nivel auditivo-ambiental como sicológico.
Pero, ¿quiénes tocan más el claxon en Ciudad de México actualmente? Desde sus diversas áreas de estudio, cada uno ha desarrollado por separado una investigación al respecto, sustentada por estadísticas urbanas, estudios de campo, comparación de tablas poblacionales y reuniendo datos durante terapias para el manejo del enojo y la ira.
Entre los datos que más llaman la atención se encuentra la curva de los tres y cinco minutos, tiempo en el que calculan nuestro espacio vital se ve invadido de forma intermitente por otros vehículos cada vez que conducimos. Es decir, en un trayecto que dure 30 minutos, un conductor en Ciudad de México tendrá entre seis y 10 explosiones de ira, cuya primera reacción recaerá en el uso del claxon.
En terapias a varios pacientes con problemas de agresividad, Esteban Ramírez descubrió que la mayoría de ellos, al estar al volante, mira a las calles de la ciudad no como vías colectivas, sino como su camino personal.
“Cuando hay 10 millones de dueños particulares del Viaducto, del Periférico, de avenida Insurgentes y Reforma, surgirán muchos problemas”, afirma el sicólogo.
Otros datos curiosos arrojan que las mujeres tocan el claxon hasta 30% más que los hombres; que para un gran porcentaje de los conductores agresivos el auto se convierte en una especie de “cabina de desfogue” para insatisfacciones laborales, conflictos familiares, frustración sexual, problemas económicos, etcétera; además de que los capitalinos son clasistas y tocan menos el claxon a autos de lujo y mucho más a modelos austeros.
“Esta característica nos llamó la atención —afirma Ramírez—: ¿por qué le tocan menos el claxon a un Mercedes que a un Tsuru? Quizá eso podría tener explicación en los modelos aspiracionales que la cultura de masas promueve todos los días y que en países en desarrollo como México son de gran impacto. En pocas palabras, no se mira al que va en el auto de lujo como un igual sino como un modelo a seguir”.
Sin embargo, otro dato curioso arrojaría que en zonas como Polanco podría tocarse más el claxon que en otros puntos del Distrito Federal, fenómeno quizá debido al nivel socioeconómico.
“Nuestros datos se basan en meros test independientes a diversos grupos de personas, serían necesarias estadísticas en grupos poblacionales más altos con un rango de al menos 2 mil encuestados. Sin embargo, sí hemos encontrado indicios de que a un menor y mayor nivel socioeconómico se toca más el claxon; es decir, los conductores más pobres y los más ricos son los que más tienen arraigada esta costumbre”, explica.
Sobre la zona de Polanco, el conductor de entregas Horacio Liceaga coincide en que es un punto de la ciudad donde más ha sentido la presión del claxon. Ante la pregunta de si a un mayor nivel educativo la costumbre de tocar el claxon disminuye, el sicólogo mencionó que al menos 10 personas encuestadas con rango de doctorado, la mitad de ellos en áreas humanísticas, afirmaban no haber tocado el claxon hacía mucho tiempo.
Sin embargo, Ramírez coincide con el comentario del conductor de entregas Horacio Liceaga, porque asegura que en su estudio independiente sí existe un perfil ganador de quienes tocan más el claxon actualmente en Ciudad de México.
“Vuelvo a repetirlo, se necesitaría un estudio con impacto de población más alto, del cual podrían ocuparse nuestras autoridades capitalinas. Sin embargo, sí puedo mencionar que de acuerdo con nuestras pequeñas encuestas entre choferes, repartidores y conductores en general, todos coinciden en que las mujeres de entre 25 y 60 años, de nivel socioeconómico medio-alto son las que más utilizan este recurso”, puntualiza.
En un par de meses se cumplirán cuatro décadas de que se publicara en el Diario Oficial de la Federación el primer Reglamento para la Protección del Ambiente por la Contaminación Originada por Ruido (6 de diciembre de 1982). Curiosamente, a tantos años de que este problema haya sido reconocido por las autoridades, todo indica que el ruido generado por claxon es un factor en ascenso debido al incremento del tráfico vehicular, pero, sobre todo, por la escasa cultura cívica entre los capitalinos.
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