A principios de la década de los 20, las estadísticas sorprendieron a la opinión pública. Más del 39 por ciento de la fuerza laboral en la ciudad y el resto del país estaba integrada por mujeres.

Aunque ya se hablaba mucho del terreno ganado por el sector femenil en todos los oficios y profesiones, aquellos informes publicados de manera oficial, sirvieron para abanderar los reclamos de los numerosos movimientos de mujeres que peleaban por mejores derechos e igualdad de salarios en las fábricas y empresas.

Sin embargo, las estadísticas también calentaron los ánimos de los grupos machistas en el poder, quienes opinaban que "el viejerío" debía guardar silencio, hablar sólo cuando se le preguntara algo, limitarse a los trastes y los guisos en la cocina y como decía el refrán de los abuelos "igual que las escopetas, cargadas y en el rincón".

"No les anden dando alas, luego van a querer hasta votar a nivel nacional, meterse a la política y traer a otras brabuconas como ellas para que armen pleitos rancheros a diestra y siniestra", afirmaba un funcionario de apellido Castellanos, perteneciente a las filas conservadoras.

Pero como si las quejas atizaran el fuego, en mayo de 1923, se celebró en la ciudad el Primer Congreso Nacional Feminista, en el cual surgieron nuevamente las demandas del sufragio de las mujeres y de la igualdad política para ambos sexos. Por si fuera poco, en un elaborado documento que se haría llegar a los más altos funcionarios, se pedía la apertura de guarderías infantiles para ayudar a las mujeres obreras, casas de maternidad sin importar la edad y en caso de tener problemas con la justicia, espacios separados en los centros de detención policíaca.

Una de las demandas que fue expuesta en el congresito y que puso los pelos de punta a los más conservadores fue la de establecer en todo el país, una misma moral sexual; nada que las mujeres a criar hijos y los hombres como la basura: tempranito a la calle... o todos coludos o todos rabones.

No obstante, el pequeño párrafo continúa vigente y aunque los expertos en derecho insisten en que en el 2021 ya es una realidad legal, la mayoría opina que aún transcurrirán algunas décadas para que social y culturalmente se consagre en una sociedad tan machista como la mexicana.

Por aquellos tiempos, a causa de los brotes en pro de la liberación femenina surgidos en el país, serían rescatadas por los trovadores las coplas de una vieja canción que hacía alusión a la mítica isla de San Balandrán, un lugar que en la Edad Media se creía gobernado por mujeres.

La letra decía así: "Hoy comienzan por meseras y ya hay encuadernadoras, mañana habrá cargadoras y también carretoneras, remendonas y cocheras algunas se volverán... los hombres ya no tendrán donde meterse pues todo México va a volverse la isla de San Balandrán".

Pero aún con los ataques, los movimientos feministas continuaron sin empacho su lucha. Llegados los años 40 se formó la Unión Democrática de Mujeres Mexicanas, agrupación en la que participaban militantes de todas las corrientes políticas. En enero de 1944 aparecería el histórico primer número de la revista "Ideas", una publicación apoyada por el Ateneo Mexicano de Mujeres y que causaría ámpula durante toda esa década, en la que por cierto se avanzaría a la consolidación del voto femenino, y Virginia Soto sería nombrada la primera alcaldesa mexicana.

Sin embargo, las resentidas coplas se escuchaban todavía: "Muchas serán carpinteras, albañilas o pintoras; otras serán majaderas de fragua, y también herreras y usarán sus chaparreras de vaqueta y cordobán... y según las cosas van, si ellas ejercen las artes, veremos en todas partes la isla de San Balandrán".

homerobazanlongi@gmail.com
Twitter: @homerobazan40

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