Tal como afirmaba el artículo de una revista editada por el gobierno de Porfirio Díaz, las enfermedades mentales de las mujeres eran uno de los temas más tristes para la sociedad, por ser muchas de ellas madres o esposas.

Sin embargo, las 409 internas que durante 1910 fueron trasladadas del hospital del Divino Salvador, apodado La Canoa, al Manicomio General de la Castañeda, pocas veces hallaron la comprensión que la demagogia de estos discursos tanto exaltaba.

Aunque algunos afirmaban que el traslado de La Canoa a la Castañeda hacía honor a la frase "salir de Guatemala, para llegar a Guatepeor", en un principio el camino fue promocionado con gran algarabía por los funcionarios encargados de las clínicas de salud del gobierno de Díaz.

Sobre la antigua Canoa, ubicada en la calle del mismo nombre y hoy conocida como Donceles, cuentan las más horripilantes historias. Un ejemplo eran los famosos "tratamientos para furiosas", establecidos en 1840, y que consistían en encerrarlas en un tétrico pabellón conocido como el cuarto negro y donde las internas debían de "amansarse" durante varias semanas en la más absoluta oscuridad y entre humedad y alimañas.

En 1905, el doctor Juan Peón del Valle, fue nombrado director de este manicomio. Al ver las pavorosas condiciones en que vivían muchas de las internas, el buen siquiatra se enfrentó incluso a los altos mandos de Porfirio Díaz, echándoles en cara su falta de humanismo.

En la Canoa, las mujeres no contaban con camas y dormían en el suelo, sin ningún tipo de cobijo. La comida que les era servida estaba contaminada con tierra y heces fecales, y por supuesto los servicios sanitarios como agua o drenaje eran inexistentes.

El médico hizo grandes mejoras como dotación de camas, instalación de cocinas e iluminación de salas, además de instituir programas terapéuticos y fundar una escuela para personas con capacidades cognitivas diferentes. Sin embargo, aquella última etapa tan sólo duraría cuatro años, pues el doctor del Valle falleció en 1909.

Tras el traslado a la Castañeda, ubicada en el lugar donde hoy encuentran las torres de Mixcoac, las internas gozaron al principio de un publicitado buen trato. Sin embargo, pasada la euforia de las fiestas del Centenario, de 1910, los problemas presupuestales comenzaron y también el Nuevo Manicomio General, llamado "La cuna de la siquiatría pública en México", comenzó a entrar en decadencia.

Algunas de las fotos más desgarradoras de mujeres fueron captadas en esos años en la Canoa y la Castañeda. Una vez que las huellas digitales eran plasmadas en el documento de ingreso, las mujeres, aquejadas de males que muy seguramente con los avances de la siquiatría hoy hallarían una cura incluso sin necesidad de internamiento, pasaban a formar parte de aquel grupo, para el que los derechos humanos han sido siempre relativos.

Con el tiempo, el número de internas en la Castañeda también se incrementó y nuevamente la falta de camas, atención clínica y servicios se convirtieron en el panorama común del centro.

En lo que respecta a la actualidad, no existe mucha información sobre las condiciones de estos centros. Hace unos años un conocido noticiero gringo visitó uno de los centros siquiátricos mexicanos. Se armó tal escándalo a causa de las condiciones, que el entonces secretario de Salud de Zedillo aprobó en unas horas un incentivo por un millón de dólares... ojalá y nos visiten más periodistas extranjeros, al parecer sólo cuando "la ropa sucia no se lava en casa", puede haber cambios inmediatos en el abandonado tema de la salud mental mexicana.

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