Aún recuerdo, allá por los años 80, mi primer coche, no precisamente por la nostalgia , sino por los dolores de cabeza que me trajo.

Con aquel auto compacto aprendí lo que era ser multado, lo que era realizar tediosos trámites en nuestras oficinas públicas , sortear descomposturas, pero, sobre todo, enfrentarme a las estafas disfrazadas de los mecánicos .

Bien lo decía mi querido tío Chuchito: Encontrar un mecánico honrado es algo que requiere de instinto, sicología, pero sobre todo de conocimiento del funcionamiento de un automóvil, porque de lo contrario a uno se lo llevan al baile más rápido que a una quinceañera.

Con los años comprobé que aun cuando existen muchos mecánicos honestos, la manera como se ejerce este oficio, sin ninguna regulación, en la ciudad de México, da pie a numerosos engaños .

A mediados de los años noventa, colaborando como reportero para el programa televisivo de mi estimado colega Ricardo Rocha , decidí poner a prueba en un reportaje la honestidad de varios mecánicos, utilizando un automóvil en perfecto estado al que sencillamente le aflojamos una tuerca para que chorreara unas gotas de aceite.

Con la ayuda de una pequeña cámara escondida , visité varios talleres de la zona metropolitana para dejar el coche a revisión con los encargados.

De siete mecánicos que fueron consultados, los siete me presentaron diagnósticos gravísimos que iban desde supuestos depósitos de aceite completamente arruinados, daños generados por golpes de topes, hasta motores a punto de desbielarse, Incluso uno de los mecánicos que operaba en la colonia Portales , quizá el más cínico de todos, afirmaba que la fuga de aceite provenía de una fractura en la caja de velocidades y que iba a ser necesario cambiarla, por supuesto a un precio exorbitante, que sin embargo con sus contactos me saldría a la mitad de precio.

Estupefacto ante tales resultados, el tema se convirtió en un pasatiempo de mis investigaciones. Años después realicé un reportaje escrito donde reunía testimonios

de varios mecánicos que guardaban el anonimato y confesaban la manera como se embauca todos los días en esta ciudad a los clientes ingenuos .

“Las amas de casa con coches descompuestos pagan la renta del mes”, afirmaba uno de los mecánicos que operaba en la zona de la Narvarte , quien confesaba que ante el desconocimiento que por lo general tienen las mujeres de mecánica básica, se convierten en presas fáciles de los engaños.

Incluso confesaba haber estafado a una señora con una compostura del sistema eléctrico , cuando lo único que necesitaba su auto era un reemplazo de la banda de distribución.

Otra de las prácticas desleales de las que nos pusieron al tanto aquellos sinvergüenzas, era la de ocasionar una “descompostura a futuro”, para que el cliente regresara.

“Cuando la gente nos agarra confianza, sabemos que van a regresar; a veces nos traen el carro para una afinación, pero nosotros le aflojamos una tuerquita aquí y allá, para que el coche truene en un tiempo y lo traigan de regreso.

Los colegas sabotean más coches desde septiembre u octubre, para que se los lleven en noviembre y diciembre, y hacerse de su aguinaldo”, afirmaba con cinismo el “maistro” que operaba un taller en la Roma .

Con esos testimonios, supe que la mejor defensa contra los mecánicos estafadores era justamente el consejo de mi tío, conocer algo de mecánica… pero, ¿y qué pasa con aquéllos que no saben ni dónde va el anticongelante? ¿Sirven de algo las numerosas denuncias que recibe cada año la Profeco? ¿Alguna vez en la historia de esta ciudad se ha enterado de un mecánico sancionado? Al igual que el huevo y la gallina ¿qué habrá sido primero? ¿La estafa o la revisión en el taller?


homerobazanlongi@gmail.com
Twitter: @homerobazan40

 

 

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