Llegó a México en 1873 vestido de mallas y con curiosos uniformes de rombos y colores que se incluían en el vestuario del grupo de acróbatas al que pertenecía.

Pero aún con su juventud supo reconocer el potencial que ofrecía la urbe para todo aquel aventurero que quisiera emprender grandes negocios.

Dicen que, a su entrada en carreta a la ciudad, cruzó por los futuros terrenos de la Colonia Condesa, también por el Potrero de Romita y la Juárez, propiedades todas, que a la vuelta de unos años serían manejadas por este joven y soñador saltimbanqui.

Edward. W. Orrin fue uno de los muchos extranjeros que han sido recordados por su participación directa en la formación de muchos barrios del DF.

A diferencia de muchos empresarios, cuyo único mérito fue heredar las fortunas generadas con el sudor y esfuerzo de sus padres y abuelos, Edward Orrin hizo su dinero a la antigua, con trabajo y forjando cada día nuevas ideas.

No obstante, su amistad durante el porfiriato con el privilegiado grupo del poder que incluía a Pedro Lascuráin, el presidente de los 45 minutos, y Porfirio “Topo Chico" Díaz, a Orrin siempre le gustaron los proyectos con corazón.

Después de 17 años de su llegada y tras un largo peregrinar como acróbata ambulante, logró hacerse junto con su hermano George de un local en la Plaza Villamil, donde instaló el Circo Teatro Orrin; un lugar muy a su manera que presentaba variados espectáculos y presentaciones de música clásica, así como eventos culturales de ópera y teatro.

Mas, como los años no pasan en vano, Orrin comenzó a notar cómo sus días de acróbata legaban a su fin, y supo que era el momento de dedicarse a otro tipo de actividades.

Conoció al visionario y bonachón Oscar Lamm y ambos se asociaron con Pedro Lascuráin para comprar los terrenos de la colonia Condesa, de la cual fue nombrado presidente, y más adelante, adquirieron los terrenos para fraccionar la Roma Sur, la colonia del Paseo y él a su vez, compró algunos de los mejores terrenos de la colonia Cuauhtémoc y el Rancho La Teja.

Antes de la instalación de las refinerías asesinas, Azcapotzalco era considerada una de las zonas más transparentes, y fue precisamente ahí donde Orrin estableció una de sus más grandes y queridas propiedades: el Rancho el Rosario, uno de los más prósperos de su época y cuyas vacas producían miles de litros de leche al año.

No obstante sus cuantiosas ganancias, Edward Orrin nunca abandonó su pasión por el circo, y aunque era considerado en ese tiempo uno de los empresarios e inversionistas más importantes del país, con una fortuna que para la época rayaba el millón de dólares, él continuaba haciendo mejoras a su espectáculo y manteniendo durante años en el circo su puesto de maestro de ceremonias y vistiendo cada noche en la pista su traje de lentejuelas y sombrero de copa.

Muchos afirmaban que el empresario prefería también la compañía de su equipo circense y se le encontraba a menudo departiendo con los nuevos acróbatas, con los payasos de nariz roja, pero sobre todo con las bailarinas, quienes le hicieron ganar fama de rompecorazones.

A pesar de que su circo fue demolido en 1910, Orrin continuó inmerso en los negocios inmobiliarios, en especial en la colonia Condesa, en donde su participación aceleró la envidiable urbanización. Muchas de las casas y edificios que aún hoy se mantienen en pie fueron impulsados durante su gestión como presidente de la Compañía Colonia Condesa S.A.

¡Uno de tantos rincones que aún conservan la huella de este empresario, el buen Orrin!... el acróbata... el de espíritu siempre joven y sentido del humor para vivir.

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