¡La emoción de la boda, la borrachera del amor! Algo sólo comparable con lo que sintió Colón al avistar tierra o Armstrong al plasmar su zapatote en tierra lunar. Uno entra al juzgado, sin saber que al salir todo será distinto.

En una vieja edición encontrada en la hemeroteca, me enteré hace unos años, que en 1950 se dio a conocer una estadística, en ese tiempo denominados “cálculos comerciales”, donde se afirmaba que la celebración de bodas era responsable de más de 180 mil empleos directos e indirectos, además de arrojar ganancias por más de 30 millones de viejos pesos cada año en todo el país.

Si bien aquellos datos no buscaban unirse a una campaña romántica para alentar a los novios a dar el gran paso del compromiso, en las pesquisas realizadas por diversos economistas y que fueron publicadas en los diarios capitalinos, se confirmó que más de seis industrias, así como medianas y pequeñas empresas, obtenían sólidas ganancias por el simple hecho de que una chamacona diera el sí a su enamorado pretendiente.

Desde textiles, pasando por pastelería, papelería, florería, renta de salones y servicios de banquetes, hasta regalos de toda clase (en especial blancos), llegando incluso a beneficios para la industria hotelera y turística, eran sólo algunas de las ramificaciones que alcanzaba el negocio de las bodas.

Aunque no todos podían costear la boda de sus sueños, sino más bien hacerle como la canción del “piojo y la pulga”, los expertos en cuestiones económicas aseguraban que incluso la celebración más modesta tenía un impacto en la circulación de capital.

Sería a mediados de los años 50, del siglo pasado, que la idea de democratizar la celebración de una boda comenzaría a reflejarse en la publicidad que aparecía en los diarios, catálogos y en los escaparates del Distrito Federal.

“Que no la dejen vestida y alborotada, diseños para todos los presupuestos en Casa Armides”, “Para esas novias de ensueño, un ramo de diseño europeo a precio de risa”.

Con los años, el negocio de los casorios creció a la par de la deuda externa y de la mala fama del equipo América, creando sectores comerciales, incluso en 1969 un amplio reportaje daba cuenta del gran negocio en que se habían convertido las oficinas del Registro Civil de las diversas delegaciones, donde si bien el sacrosanto juez jamás se rebajaba a pedir una “corta”, sus achichintles se encargaban de lucrar con su “disponibilidad”.

Hoy, si usted acude a los principales registros civiles, se encontrará con que no paga la misma “tarifa” a los subalternos del juez si se casa en lunes que en viernes… en fin, los servicios públicos siempre serán una inagotable fuente de riqueza para intereses muuuy privados.

homerobazanlongi@gmail.com
Twitter: @homerobazan40

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