En México, la crueldad animal es un problema grave y que pocas veces ha formado parte de la agenda política e irónicamente, de los intereses y objetivos de las propias dependencias creadas para vigilar su protección.
Ya no hablemos de casos sonados como los del año pasado, donde dos personas hicieron el trabajo de las autoridades y denunciaron lo que ocurría en una reserva donde se encontraron leones y tigres en estado grave de desnutrición y deshidratación.
Hoy, los animales son maltratados, explotados y asesinados en todo el país. Todos sabemos de las atrocidades que se cometen en la industria ganadera y alimentaria, donde las autoridades ni siquiera llevan a cabo protocolos de vigilancia.
Sin embargo, hay otras prácticas que también ponen en evidencia la ceguera de las autoridades y su desinterés para detener esta violencia. Hoy no existen protocolos para vigilar a los dueños de mascotas exóticas, como serpientes, mismas que son alimentadas con ratones vivos, conejos y hasta perros y gatos pequeños, debido a la necesidad de estas especies de cazar su propia comida.
Aunque en teoría debería haber un registro de quienes tienen esta clase de fauna en sus hogares, las autoridades se hacen de la vista gorda en todo lo referente a su alimentación.
Después de que las principales cadenas de venta de animales que operaban en los centros comerciales dejaran de vender ratones y conejos, se creó un mercado negro de estos animales en mercados y por particulares para alimentar serpientes, pero además para prácticas de brujería, en la que los animales son sacrificados en ceremonias o para hacer amarres. Tal es el caso de las denuncias que desde hace años hacen diversos grupos en redes para proteger a los colibríes, aves utilizadas y sacrificadas para estas prácticas.
Fue muy sonada en redes sociales hace dos años la denuncia de una pareja joven, con aspecto de profesionistas, que acudían a varios albergues y puestos ambulantes de adopción en parques para conseguir gatos pequeños, mismos, que de acuerdo a las denuncias eran utilizados en prácticas de sacrificios.
De acuerdo a diversos expertos, la adopción animal debe regirse también por protocolos de vigilancia para evitar estas aberrantes acciones. Proponen la solicitud de una credencial o certificado para adoptar y que existan inspectores que durante un periodo mínimo de un año y medio verifiquen a las mascotas en los hogares asignados.
En el desierto legal que es México, la mayoría de los casos de crueldad animal no se investigan ni se castigan. Pedir que las leyes contra la crueldad animal sean más estrictas y se cumplan es una petición tan vieja como las leyes mismas en el código penal.
A todos indignó el caso del perro amarrado en una azotea y que fue muerto por una familia a palos y pedradas y grabado por una vecina. El caso de los guardias de valores que arrastraron a un can con su vehículo. Ya ni hablar del caso del pequeño oso muerto por un grupo de individuos que bien podrían ser clasificados como sicópatas.
Todos estos casos nos dicen que hoy más que nunca debemos unirnos como sociedad para detener la crueldad animal en México. Nuestras denuncias y las cámaras de nuestros teléfonos celulares son la mejor herramienta para hacerlo ante la indiferencia de las autoridades y las lagunas legales.
Recordemos que el gran talón de Aquiles de un funcionario público es su imagen. Y afortunadamente nos encontramos en la era de la denuncia en redes sociales. Aprovechemos esta vulnerabilidad mediática y cada vez que denunciemos o grabemos un caso de maltrato animal y lo subamos a las redes, hay que incluir, como protocolo, la demarcación política, el nombre y foto del funcionario de más alto rango y el de los encargados de la oficina creada para evitar o castigar el hecho.
Sólo así se podrá dar visibilidad a las atrocidades que todos los días viven los seres más indefensos que, por desgracia, conviven con nuestra especie en nuestra "civilizada" sociedad.
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