Nunca se supo el origen de su mote. Algunos decían que fue llamado así desde niño, más otros aseguraban que era porque aún en la madurez siempre salía triunfante por ser astuto como un topo.
El ingeniero contratista Porfirio Díaz junior, mejor conocido como "Topo Chico", fue protagonista de algunos de los extraños negocios inmobiliarios de la ciudad de México, mismos que jamás fueron investigados o siquiera cuestionados por vivir bajo el amparo de su célebre y temido padre don Porfirio.
Ya sea por razones personales o por ironías del destino, la construcción del Manicomio de Mixcoac, así como la Normal de Maestros, fueron obra de este individuo, quien, para muchos, ejercía su profesión, sólo cuando su pasión por los autos deportivos y otros asuntos sociales le dejaban algún tiempo libre.
Ostentando el título de teniente coronel, el joven "Topo Chico" pudo ser contratista gracias a que en 1903 la fortuna le sonrió cuando su padre cambió la legislación referente a la Dirección de Construcciones, decretando que "tanto ingenieros civiles como militares, industriales y arquitectos, podrían en lo sucesivo dirigir la construcción de edificios". Cuando la nueva ley se publicó en el Boletín del Consejo Superior de Gobierno del DF el joven Díaz no cabía en sí de contento; celebró en grande con sus amigos y se compró un nuevo y veloz auto americano, marca Brush, que levantaba tolvaneras por las calles aún sin pavimentar por las que le gustaba correr.
Cuando comenzaron las obras del mencionado manicomio, muchos desconocieron esa faceta de "Topo Chico", quien por lo menos una vez a la semana tenía que levantarse temprano y revisar planos junto con sus asociados.
Su experiencia como fraccionador se había iniciado tiempo atrás en otro de sus "negocios", donde la sombra de su padre resultó ser la mejor carta de presentación. Se decía que el ingeniero Díaz no negociaba, tan solo pedía... y las puertas se abrían como por arte de magia.
Fue el responsable directo de un breve periodo de urbanización de la colonia Condesa, cuyos terrenos le fueron vendidos por don Fernando Pimentel y Fagoaga, presidente del Consejo de Administración del Banco Mutualista y nombrado presidente Municipal de la Ciudad de México durante el mencionado gobierno.
No obstante, lo lucrativo del negocio inmobiliario, "Topo Chico" debía cumplir por orden de su padre con muchos compromisos sociales, pues era miembro del Estado Mayor: Fueron innumerables las ceremonias, recepciones y eventos donde fue retratado junto a las personalidades de la época, e incluso diciendo en ocasiones algunas breves palabras sobre las inauguraciones de las Fiestas del Centenario que se avecinaban
No obstante tener el derecho legal de fraccionar y construir, las obras del joven Porfirio serían muy cuestionadas años después y en cierta forma inspirarían la creación de más leyes de regulación para los negocios inmobiliarios de nuestra ciudad asunto que en las palabras suena muy bien, pero que muchos actuales competidores de nuevos " Topochicos" dudan que se haya llevado a la práctica alguna vez.
Para dar un ejemplo de aquellos "viejos" negocios, mencionaremos que tan sólo por la obra del manicomio, "Topo Chico" Díaz cobró de honorarios 10% de un presupuesto de 200 mil dólares, y tan sólo de fianza tuvo que depositar 50 mil morlacos de la misma moneda y "de su propio bolsillo".
Si se toma en cuenta que la construcción de la Normal de Maestros tuvo un costo similar al del manicomio y realizamos un cálculo sobre el valor del dólar en esa época, el astuto hijo de Porfirio se embolsó casi medio millón de pesos por las dos obras.
Si esto le parece poco estimado lector, le diremos que de acuerdo con los salarios de esos tiempos, una persona común debía trabajar durante casi toda su vida para juntar apenas 8 mil pesos, y una lujosa casa con jardines, salones y habitaciones de las que ofrecía el Banco Americano en la colonia del Paseo tenía un costo de entre 40 mil y 50 mil pesos, sin duda un negocio redondo para este ingeniero, de quien no dudamos haya tenido en vida otras virtudes, talentos y quizá positivas facetas, pero cuyos negocios son un ejemplo de lo que no se debe permitir en el futuro trazo de una ciudad justa, moderna y equitativa.
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