Resistol, Diurex, Time Out, Build a bear, The home store, Liverpool, Sport City, Smart Fit, Energy Fitness, Corn Flakes, Sabritas Flaming Hot, Ecoclean, Aquamatic, Meatme, Flat.mx, Citrus Punch…son algunas de las marcas mexicanas más famosas escritas en inglés.

A lo largo de la historia, la ciudad de México se ha caracterizado por su malinchismo. Desde principios del siglo XX, bastaba con que a cualquier anuncio de servicios se le anexara la palabra “americano” o la leyenda “técnica inglesa”, para que un montón de babalucas llenaran el negocio, empresa o consultorio, cual moscas hipnotizadas por el olor a modernidad del mal llamado primer mundo.

Ya en 1925 un columnista, purista del lenguaje, afirmaba que más del 30% de los anuncios de la vía pública incluían algún término extranjero.

Pasada la Revolución y con la ciudad entera ávida de probar las mieles del progreso, los llamados “especialistas extranjeros”, que decían importar técnicas novedosas, aparecieron por todas partes. Si había que construir, hacer un trámite comercial, acudir a consulta médica, muchos preferían acudir con el extranjero carero que con el compatriota.

No importaba que el odontólogo, médico, abogado, contador o arquitecto hubiese nacido en los maizales de Kansas o fuese un hooligan de los barrios más humildes de Inglaterra, bastaba con que tuviera la pelambre rubia y ostentara acento para que despertara los complejos aspiracionales de nuestros compatriotas. En artículos aparecidos entre 1934 y 1940, varios profesionistas mexicanos se quejaban amargamente del trato preferente que recibían extranjeros a la hora de solicitar crédito. Incluso un recién graduado en medicina afirmaba que la raíz del problema se centraba en el añejo malinchismo de nuestros compatriotas, y aseguraba: “Muchos capitalinos prefieren pagar el doble a un extranjero, con tal de sentirse internacionales y apaciguar un poco sus morenos complejos”.

Durante la Segunda Guerra Mundial, después del hundimiento de barcos mexicanos por supuestas flotas nazis, surgió un movimiento llamado “Compre mexicano”. En las octavillas que se repartían podía leerse: ¿Es usted mexicano? Si adquiere bienes o servicios extranjeros contribuye a la miseria nacional. Compre mexicano y únase al frente por la prosperidad del país. Sin embargo, la realidad era que lo extranjero terminó por convertirse en legitimador de toda causa nacional. Las reuniones del presidente en turno con su homólogo estadounidense eran publicadas a ocho columnas y con el tiempo, cada vez que había tiempos difíciles, lo mejor era salir a reunirse con algún gringuito, francés, alemán o inglés para mostrar en los diarios que había con que llenar la banda presidencial.

Después de un serio estudio de campo, la investigadora y socióloga Lourdes García concluyó que más de 90% de la publicidad mexicana contiene términos extranjeros y que en cuatro de cada 10 frases que pronuncian los jóvenes capitalinos hay una palabra en inglés. Como dato curioso, menciona que las cremas para aclarar la piel han triplicado sus ganancias en menos de una década y que el rubio continúa siendo el tinte más solicitado para el cabello desde hace la friolera de seis décadas.

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