Mucho se ha hablado de sus rincones y algunas anécdotas grabadas en su historia, la Roma, fue una de las primeras colonias en ser urbanizadas y además modelo para la urbanización de muchos barrios mexicanos del Siglo XX.

Así mismo, mucho se ha discutido sobre quiénes fueron los verdaderos responsables de su creación. La fecha de su origen se remonta al año de 1890, cuando el señor Francisco Lascuráin dejó como herencia a sus hijos en un testamento fechado el 11 de abril, los terrenos de Potrero de Romita, conocidos con el sugestivo nombre de la Ciénaga y que este empresario compró a la compañía inmobiliaria Flores Hermano.

Once años después, un 17 de diciembre de 1901, la testamentaria de Francisco Lascuráin, junto con su grupo de inversionistas extranjeros, crearían una de las “compañías leyenda” de la urbanización de la Ciudad de México, la Compañía de Terrenos de la Calzada de Chapultepec S.A.

Los herederos de la colonia Roma fueron María de los Ángeles Lascuráin y Pedro Lascuráin, quienes poco después en una “inteligente” venta que prácticamente cambiaría el destino de las sociedades inmobiliarias en México, cederían sus títulos de propiedad a otro grupo de empresarios extranjeros, entre quienes se encontraba el fraccionador Cassios C. Lamm, uno de los principales responsables de la creación de la Colonia Roma y cuyo apellido es diariamente recordado por los capitalinos que acuden al centro cultural Casa Lamm, en avenida Álvaro Obregón.

Como dato curioso, mencionaremos que Pedro Lascuráin, responsable de esta venta, ocupó un cargo en la Secretaría de Relaciones Exteriores en el gobierno de Francisco I. Madero y durante 45 minutos simbólicos fue Presidente de la República tras abandonar Madero de forma irremediable el cargo.

El capital inicial de la compañía creada por este grupo era de 800 mil dólares, una verdadera fortuna en esos años, si se toma en cuenta que el proyecto de pavimentación de la cercana avenida Reforma tuvo en sus inicios un presupuesto de 15 millones de pesos.

Calles de asfalto, saneamiento, anchas banquetas con arboleda, agua, parque público, mercado y lotes pagaderos a 10 años, era la atractiva oferta que exhibía un letrero de venta instalado en 1901 a la entrada de la colonia.

No obstante, la venta de esos terrenos transcurrió durante todo un año en los límites de la ilegalidad, pues fue hasta el 30 de diciembre de 1902 que el ayuntamiento aprobó el convenio celebrado entre las comisiones de Hacienda y Obras Públicas, con el señor Eduardo W. Orrín, Gerente en ese entonces de la compañía de terrenos de la Calzada de Chapultepec. Aquel día se creó el primer registro oficial de aquellos terrenos y por tanto se recuerda esa fecha como el verdadero inicio de la Roma.

El ingeniero Cassius Lamm, uno de los principales socios de la compañía, pertenecía a ese envidiado grupo de concesionarios vinculados con el poder central; en pocas palabras, con el mismo Don Porfirio.

Era casi un acuerdo no escrito, pero evidente, convertir a la Roma en un barrio modelo, para esas familias de clase media alta que quisieran recrear la vida del viejo mundo en el México, contagiado por la influencia francesa, tan del agrado de Díaz.

Más tarde, el consejo de administración dio carta abierta al Ingeniero Lamm y a su hijo para realizar el trazo de la Roma, mismo que hasta hoy conserva la mayoría de sus principales avenidas.

La compañía le dio también facilidades para la construcción de las primeras grandes casas y edificios de apartamentos.

Para cuando llegó el año de 1906, más de 15 casas se habían logrado vender a un precio aproximado de 18 mil pesos cada una; por cierto, que dicha empresa fue una de las primeras en instaurar la modalidad del enganche, además de la emisión de los Bonos Colonia Roma, cuyo valor bursátil era de casi 400 mil pesos de esos años, como quien dice, estaban mirando al muy lejano futuro.

Con el tiempo, la sociedad establecida en la colonia impuso su propio estilo. Sus vecinos fueron los primeros en pertenecer al Club de Automovilistas de la Ciudad de México, fundado en 1921, y en organizar fiestas sociales y culturales con grandes personalidades de Estados Unidos, Latinoamérica y Europa.

Para 1929 era ya un hecho que la colonia era en buena medida un modelo urbanístico para otras zonas, aunque difícil de repetir, sobre todo con la caída del Porfiriato.

A punto de cumplirse en 2021 los 120 años de la fundación de la empresa que impulsó esta colonia, habría que hacer un serio análisis sobre su futuro, sus edificios centenarios que parecen querer ser devorados por los nuevos surgidos por los terrenos dejados por los sismos. Una colonia erguida sobre un cascarón, una colonia sin la cual la ciudad de México no sería la misma.

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