Rocío Rangel Q.


Soy una mujer que tuvo la experiencia de vivir el sismo de 1985 en ese entonces apenas tenia 15 años.

En este nuevo temblor, estaba en la oficina en Tlalnepantla y tuve la misma sensación del primer sismo, solo que ahora la memoria de mi cuerpo me recordó la desgracia que causa este tipo de temblores y al empezar a ver los vídeos que rápidamente se empezaron a compartir en las redes, supe que tenia que hacer algo más de lo que pude hacer en el 85.

Una de mis compañeras de trabajo tuvo la desgracia de tener a una de sus primas atrapadas en uno de los edificios colapsados en Lindavista, el edifico de Coquimbo, durante toda la tarde del martes estuvimos en contacto con ella para saber como iba lo del rescate pero no hubo mucho apoyo en esa zona en ese momento.

El miércoles temprano nos vimos y nos comentó que no dejaban ayudar porque la gente no tenía equipo de protección y que su prima seguía atrapada pero daba señales de vida, fue entonces cuando me movilicé y empecé una colecta en la empresa donde trabajamos para comprar cascos, palas y material de curación para poder apoyar esa zona y tratar de rescatar a Marisol con vida, aunque pedí permiso en la empresa para hacerlo tuve una llamada de atención muy fuerte por parte del personal de recursos humanos pero no me importó, para mi en ese momento lo primordial era tratar de ayudar a salvar la vida de la chica y su padrastro que estaban atrapados.

Tuvimos buena respuesta y logramos llevar 20 cascos, 10 palas, guantes, linternas, pilas y material de curación y medicamentos y bebidas energizantes, y done con todo mi amor mis cascos de Barbie (dos cascos rosas).

Aunque pudimos entregar algo del equipo que llevábamos no fue suficiente la ayuda ya que Marisol a partir del medio día ya no dio señales de vida, su padrastro, el señorJosé Luis, logró salvarse pero ella no, fue muy difícil escuchar que la encontraron muerta abrazada de su perrito.

Decidimos otros tres compañeros y yo dejar a la familia para lo que seguía y continuar ayudando en el Campo Marte, ahí entregamos el resto del material y equipo que traíamos y afortunadamente lo pusieron en uno de los camiones que salió para Jojutla. Ahi en el Campo Marte se erizaba la piel al sentir esa energía que traía la gente al cargar cajas, acomodar los víveres, armar las despensas, todas con la misma esperanza, ayudar a nuestros hermanos en desgracia.

En resumen participé porque amo la vida, amo ayudar en todo lo que puedo, trato de ser buena ciudadana y estoy educando a mis hijos para que también lo sean.

En cuanto a mi llamada de atención dentro de mi trabajo valió mucho la pena, mis compañeros de todos los predios (tres dentro de la república mexicana) se unieron para donar víveres, medicamentos y material de curación en total más de mil productos que se hicieron llegar a la Cruz Roja.

Estoy muy feliz y orgullosa de haber promovido la ayuda dentro de la empresa y claro fuera de ella con mis compañeros y mi hijo universitario que también estuvo ayudando en el edificio de Gabriel Mancera y Estocolmo.

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