Cinco ministros han manifestado su interés en suceder a Arturo Zaldívar en la Corte a partir del 2 de enero. Tres parecieran tener más posibilidades: Yasmín Esquivel, Javier Laynez y Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena.

Algunos señalan que la favorita del presidente es Esquivel, quien llegó a la Corte en el 2019 propuesta por López Obrador, con una serie de críticas por el vínculo con su esposo, José María Riobóo, uno de los contratistas y consultores más cercanos al gobierno.

Pero aunque ella intente venderse como la candidata de la 4T, lo cierto es que está lejos de representar los valores del movimiento, al no estar en sintonía con la narrativa de separar el poder económico del poder político.

Su trayectoria como presidenta del Tribunal de Justicia Administrativa de la Ciudad de México no se apartó mayormente del influyentismo y la corrupción. Yasmín parece ser la ministra de los intereses económicos: los de su marido, los de los amigos de este y los ricos en general.

Tomemos, por ejemplo, el tema fiscal, donde por medio de una sentencia de la Suprema Corte se obligó al gobierno federal a devolverle a los herederos de Carmela Azcárraga una cifra cercana a los mil millones de pesos. Esa resolución, cuyo impacto en las finanzas públicas lamentó en su momento López Obrador, tuvo origen en uno de los proyectos que presentó la ministra Esquivel, el cual generó muchas tensiones al interior de la Segunda Sala.

Frente a un gobierno que prometió sanear la vida pública del país, una presidencia de Yasmín Esquivel en la Corte despertaría una sombra de duda que el obradorismo no se merece.

El otro candidato que suena es Laynez. Su perfil resulta poco deseable porque ha sido un ministro anti 4T que se lanzó frontalmente en contra del gobierno en el tema de la consulta popular y la iniciativa de reforma a la ley de la industria eléctrica, por mencionar algunos temas.

Laynez es un abogado destacado, pero fiel representante del status quo. En la Corte sería como tener a un opositor. Una presidencia de Laynez anticiparía pleitos constantes entre el Ejecutivo y el Judicial, con este último poniendole palos en la rueda a la 4T.

Javier Laynez posee la típica visión rígida, cuadrada, hiper legalista y muy conservadora del derecho. Esa que López Obrador critica cuando se refiere a quienes ven a la Corte como la Suprema Corte del Derecho, en lugar de la Suprema Corte de Justicia.

Probablemente la mejor opción sea Gutiérrez Ortiz Mena, quien llegó a la corte en el 2012 y es un ministro progresista en términos de perspectiva de género y derechos humanos.

En lo que se considera como un cálculo político, el ministro se ha ido moviendo hacia posiciones más cercanas a la 4T en temas como la ley de la industria eléctrica y la consulta popular. Eso le sirvió para hacerle un guiño al obradorismo, aunque también incomodó a varios de sus pares, algunos de los cuales lo ven como delfín de Arturo Zaldívar, quien ha terminado por ganarse la antipatía de la mayor parte de los togados.

Quien sea el seleccionado o seleccionada tendrá por delante la ardua tarea de no desilusionar a los mexicanos —como lo hizo Zaldívar con su muy limitada reforma al poder judicial— y ofrecer a los ministros una presencia más institucional, menos protagónica y personalista.

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