Este domingo Colombia iniciará un nuevo capítulo en su historia, cuando por primera vez en más de setenta años un presidente de izquierda llegue a la presidencia en el que ha sido uno de los países más convulsionados de la región.
En más de una ocasión López Obrador ha mostrado simpatía hacia Gustavo Petro. Vale la pena por ello pensar en lo que acerca y diferencia a uno y otro mandatario.
Al igual que López Obrador, Petro llega al poder en su tercer intento. También gobernó antes la capital de su país, se enfrentó al establishment, y fue víctima de golpes institucionales para apartarlo del camino.
Al igual que AMLO, ha enarbolado un discurso crítico frente al neoliberalismo, aunque también moderó su postura y amplió sus alianzas para vencer los temores que despertaba entre algunos grupos.
El sentimiento que generan Petro y su vicepresidenta, Francia Márquez –cuya trayectoria como mujer afro es particularmente inspiradora–, ha despertado una enorme esperanza en los sectores populares, algo muy similar a López Obrador.
A diferencia de este último, sin embargo, Petro estaría planteando una agenda de reformas de corte más redistributivo.
En particular, el colombiano no ha evitado la necesidad de una reforma fiscal, incluso ha señalado que debe salir ya, desde el primer año de su gobierno, so pena de que no ocurra después.
No es la misma reforma que se planteó Iván Duque, que generó tanto descontento. Como la ha vendido al menos, se trata ahora de cobrarle más impuestos a los más ricos y no cargarle el peso a la clase media.
Uno de los temas en los que Petro ha sido más osado, desde hace tiempo, es el ambiental. Al igual que AMLO, es crítico del fracking, pero su agenda es más ambiciosa en este terreno: toma más en serio el cambio climático, las energías renovables y la necesidad de ponerle un alto a los combustibles fósiles. Incluso ha dicho que hay que detener las exploraciones, aunque no es claro si lo hará.
A diferencia de AMLO, que le ha dado más poder a los militares, la agenda de Petro va en sentido inverso: pretende, entre otras, que dejen de llevar a cabo funciones de policía y que estas queden bajo el ámbito civil, en el ministerio del Interior o de Justicia.
En uno de sus nombramientos más arrojados puso como titular en Defensa a un conocido promotor de los derechos humanos y figura emblemática en el combate a la corrupción a nivel internacional –el ex titular de la Cicig en Guatemala, Iván Velásquez—, quien llega con el mandato de combatir la corrupción en el poder castrense.
Con todo, Petro ha tenido una serie de gestos hacia la oposición que no le hemos visto a López Obrador, como el haber recibido a su enemigo declarado, Álvaro Uribe, así como a otros expresidentes.
Forzado por las circunstancias –está lejos de tener la mayoría que AMLO tuvo en su primer año— ha formado un gobierno con representantes de algunos de los partidos tradicionales que no lo apoyaron en campaña como el Liberal, el Conservador y el Partido de la U.
En suma, el nuevo presidente colombiano parece tener una agenda más a la izquierda que López Obrador y más progresista en algunos temas, pero al mismo tiempo tiene claras las limitaciones del balance de fuerzas existentes, lo que ya lo está obligando a adoptar estrategias más moderadas.
Como punto de partida, sin embargo, no está mal plantearse objetivos ambiciosos, aunque la realidad política eventualmente lo obligue a atenuar, dialogar y negociar.
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