No cualquiera dentro de un movimiento político es llamado tío o tía. Y en la 4T, durante la histórica elección de 2018, nadie logró ganarse un apelativo tan cariñoso como Tatiana, la Tía Tatis.
Su nombre marcó a una generación de jóvenes que apoyaron la campaña de López Obrador en 2018 y se entusiasmaron con la 4T.
A través de Abre Más los Ojos, y de su propia “campaña alterna”, Tatiana Clouthier contribuyó decisivamente a atraer a un buen número de jóvenes y mujeres de sectores de clase media urbana que no simpatizaban naturalmente con el obradorismo.
La partida de Clouthier –cuyas verdaderas razones desconozco, aunque creo intuir– simbolizan un cierto desencanto de esos sectores frente al gobierno actual, especialmente de sectores tan políticamente volátiles y naturalmente contestatarios como las juventudes.
Tatiana nunca fue parte del círculo cercano y de mayor confianza de López Obrador. Tampoco una figura especialmente influyente, ni en la Cámara primero, ni en el gabinete después.
Aun así, no fue uno de esos perfiles que se intimidan y hacen chiquitos ante a la figura de López Obrador. Tuvo el suficiente aplomo para comunicarle al presidente sus diferencias y señalar los riesgos que veía en ciertas decisiones.
Cuando sintió que debía marcar distancia frente a la llamada militarización, alzó la voz y dijo algo que muchos otros piensan dentro de la 4T.
La presencia de Tatiana resultó inspiradora para quienes creemos que se puede simpatizar con la 4T, sin necesidad de estar de acuerdo en todo, sin caer en la abyección, sin renunciar a ser críticos, sin la obligación de justificar cuanta cosa diga y haga López Obrador. Su partida, también pone en duda qué tanto espacio queda para ello.
Tatiana no es una mujer de izquierda. No es fácil coincidir con algunas de sus posturas. Aun así, fue capaz de acercarse a una agenda progresista, demostró ser respetuosa de las diferencias, tener la suficiente apertura mental para dialogar.
Sin dejar de ser quien es, fue capaz de tomar distancia frente a su burbuja de privilegio, ver el país más allá de sus circunstancias personales, pensar fuera de los límites mentales de San Pedro Garza García.
Vale la pena volver a leer su libro, “Juntos hicimos historia”, donde cuenta cómo en 2018 se “animó a dar la cara”, a encarar las críticas de familiares, amigos y vecinos que no juzgaban bien su acercamiento a López Obrador.
Tatiana demostró tener algunos rasgos poco comunes en los políticos tradicionales: por un lado, la capacidad de empatizar, de saber escuchar, de interesarse genuinamente en lo que dice el otro. Por el otro, la humildad para aprender lo que no se sabe, y hasta lo que se cree saber tan bien.
Más que a través de un discurso, Clouthier supo llegar al corazón de la gente a través de su estilo y personalidad. Fue la frescura, la espontaneidad, la autenticidad y la capacidad de mostrarse como un ser humano sensible lo que atrajo a mucha gente.
A veces se nos olvida, pero una de las virtudes más importantes de un político, y una de las menos frecuentes, es la madurez emocional. A Tatiana no le faltó.
Precisamente por todo eso fue leal hasta el final. Aunque seguramente estaba molesta, se marchó con palabras de gratitud. Mostró generosidad y grandeza en el último momento.
Honestamente, la tía se merecía un buen abrazo. Al menos yo le mando uno grande.
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