Dos rasgos caracterizan crecientemente a la oposición:
De un lado, una marcada tendencia a la estridencia y la descalificación. Javier Corral lo ha llamado la “lillytellización de la política”: cuando una persona sin ideas ni argumentos privilegia el insulto y la vulgaridad. Un fenómeno análogo es la sandracuevización, con su dosis adicional de arrogancia, altanería, prepotencia y bravuconería.
Uno y otro personaje —Téllez y Cuevas— despiertan simpatías simple y sencillamente porque se oponen ruidosamente a todo lo que tenga olor anti 4T.
El otro rasgo que define a la oposición es su tendencia compulsiva a anunciar nuevas formaciones, las cuales no suelen trascender más allá de sus lanzamientos. La lista durante esta administración es tan larga que cuesta recordarlas.
Empezaron desde que AMLO asumió, cuando a los cien días surgieron los autoproclamados Chalecos Amarillos, de los que hoy ya nadie habla. En agosto del 2019 apareció Futuro 21, supuestamente para absorber al PRD en 2021, aunque seguimos esperando.
Auspiciadas por Claudio X, en 2020 surgió Va por México y al poco tiempo Sí por México, de los pocos que han tenido algún resultado tangible. Más tarde emergió Frena, con su discurso fascistoide y sus simpáticas tiendas de campaña vacías.
En 2020 se lanzó el Frente Cívico Nacional, otro engendro de experredistas al que se sumaron algunos personajes rabiosamente antiobradoristas. Hacia octubre del 2022 presentaron Unidos por México, integrado a partir de 7 “organizaciones de la sociedad civil”, donde entró Sí por México.
Muchos otros subgrupos parecen solo existir en la República del Twitter, como Hijas de la MX, Nosotros somos más, UNE México, Poder Ciudadano, etc.
Con una organización social y política sumamente endeble, varios de estos esfuerzos no suelen articular más que a grupos de “notables”, políticos caídos en desgracia, intelectuales públicos que añoran esos tiempos en que su voz era considerada relevante o cuadros partidistas que —ya por oportunismo, ya por avergonzarse de ser políticos— se presentan como “ciudadanos”.
Si algo resulta gracioso es cómo dentro de estas organizaciones se repiten hasta la náusea los mismos nombres. Muchas veces son las mismas ternuritas abajofirmantes que creen transformar el mundo con el poder de su firma en un desplegado en los diarios.
Estos opositores de café matan su aburrimiento anunciando con bombo y platillo nuevas formaciones políticas que no son sino hombres de paja, siglas que pasan al olvido en unos cuantos días. Son la crónica de un fracaso anunciado…
Como si no bastase, hoy nos presentan su “nueva” gran idea, su gran proyecto: México Colectivo. Quieren diferenciarse porque presentan un programa y, quizás, porque no se concentran obsesivamente López Obrador ni hacen pública su antipatía ante él.
Olvidan que en política el mensajero es parte fundamental del mensaje. ¿Qué de nuevo podrían ofrecer los tiranosaurios rex del priismo, como Francisco Labastida, José Narro Robles o Dante Delgado? ¿Qué de equilibrado podrían aportar personajes tan desquiciados como Beatriz Pagés o cartuchos quemados como Josefina Vázquez Mota?
Sin inventiva ni músculo organizativo, quizás la única estrategia viable de la oposición sea la lillytellización y la sandracuevización por la vía de la respiración artificial que solo los medios y el dinero les puede brindar.
@HernanGomezB www.hernangomez.com.mx
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