“Que se investigue”, “quien nada debe nada teme”. En general, esas han sido las respuestas del Presidente cada vez que se ha denunciado algún ilícito o presunto caso de corrupción. ¿Por qué en el caso de Arturo Zaldívar las cosas han sido tan distintas?
Desde la Presidencia de la República, la dirigencia de Morena y hasta la propia campaña de Claudia Sheinbaum, se buscó desde el primer minuto exonerar y cerrar filas en torno al exministro, sin entrar siquiera a revisar el caso.
Conozco algunos cuatroteístas (caracterizados por eso que Timothy Snyder llama “la obediencia anticipada”) que, antes siquiera de haber leído la denuncia, ya estaban tuiteando en defensa del “compañero Zaldívar”. Cuando alguien los confrontó por su inconsistencia, la respuesta fue: “no le voy a hacer el juego a la derecha”; el típico argumento con el que muchos comunistas callaron por años los crímenes de Stalin.
Evidentemente, Zaldívar tiene derecho a la presunción de inocencia, pero, si existe una acusación en contra de un personaje de esta relevancia, los mexicanos tenemos derecho a que se le investigue. ¿Por qué obstaculizar eso por todas las vías posibles? ¿Por qué el exministro merecería una absolución anticipada?
Elevar el tono como se ha hecho, con una respuesta mucho más agresiva que la inicial, al único que sirve es a Zaldívar. ¿Por qué Morena y la campaña de Claudia Sheinbaum tienen que pagar la factura del escándalo, si son ajenos a lo que se le imputa?
Subir el volumen al conflicto con el Poder Judicial, como se ha hecho en los últimos días, es una estrategia a la medida del exministro. Dudo que escalar las cosas a esos extremos le sirva a alguien más.
Desde que el asunto estalló, Zaldívar no hizo otra cosa que responder con adjetivos y hacer suya esa vieja estrategia de que la mejor defensa es el ataque. Cuán distinta fue la respuesta de Netzaí Sandoval, ex titular de la Defensoría, quien dio información puntual.
¿Por qué el exministro ha preferido patear estruendosamente el tablero de todo el Poder Judicial con una andanada de denuncias y hasta una solicitud de juicio político contra Norma Piña? Lejos de esclarecer, esa conducta solamente oscurece, incrementa el sospechosismo, genera temor en un número importante de electores y perjudica la campaña.
Zaldívar está contaminando la campaña y ha permitido que durante varios días el centro de atención, que debiera ser la candidata, se enfoque en él y sus escándalos. ¿Nadie se está dado cuenta que eso puede afectar el desempeño electoral de Morena y sus aliados, especialmente entre los centros urbanos y zonas de clase media que son más sensibles a la estructura democrática constitucional?
La necesaria altura de miras, y la lealtad a la candidata y al Presidente, indican que Arturo Zaldívar debe anteponer el interés de la campaña a su ambición y muy particular situación legal, para alejarse temporalmente de sus responsabilidades. Debe salir a decir que, para no afectar el proyecto, se alejará temporalmente de su cargo actual mientras se lleva a cabo esta investigación.
En tanto eso no ocurra, independientemente de si es culpable o inocente, su presencia no solamente dificultará su función dentro del equipo de campaña, sino que podrá dañar a una candidata que está haciendo un muy buen papel. Por lo demás –si no se aclaran las imputaciones— tampoco tendrá la solvencia moral que se requiere para encabezar la tan necesaria reforma al Poder Judicial.