Este año elegimos Presidente, sí. Hacia mediados de junio aparecerá la convocatoria para el proceso del que resultará el nombre de quien habrá de coordinar los Comités de Defensa del Voto de Morena, la denominación que el partido le ha dado al precandidato a la Presidencia de la República.
La encuesta —que estaba pensada para finales de año y el presidente decidió adelantar— será tan importante como una elección primaria. Aun así, llama la atención que nada de lo que ocurrirá está contemplado en la ley.
Siendo que este será el proceso más importante para definir el futuro político del país, debe haber una encuesta impecable: un ejercicio que no deje la menor duda de su transparencia y legitimidad, con reglas claras y aceptadas desde el principio por todos los contendientes.
La propuesta que hizo Marcelo Ebrard, en una carta dirigida a Mario Delgado en diciembre del año pasado, plantea varios puntos razonables:
El primero es celebrar debates públicos. La disputa no puede dirimirse en una simple competencia de personalidades o en quién es más leal al presidente. Si aquí se va a definir el futuro de México, que las corcholatas discutan cuál es su visión de país.
El segundo es que se establezca una fecha límite para que, quienes deseen competir, dejen los cargos públicos que ocupan, igual que como ocurre en los procesos electorales. No hacerlo así contaminará aún más al gobierno con disputas internas, hará crecer la guerra sucia y generará una situación de iniquidad.
Porque no es lo mismo comandar la política interior del país —con la capacidad que eso implica para presionar o seducir a gobernadores y alcaldes oficialistas y opositores—, que acaso tener armas para que te apoyen los embajadores y cónsules.
Tampoco es lo mismo tener el presupuesto de la Ciudad de México, y los 400 millones de pesos que Claudia tiene para difusión, que los escasos millones que puede gastar en ese mismo rubro la SRE. Por todo ello el canciller está demandando que, quienes compitan en la encuesta, se separen de sus cargos al menos un tiempo …Será difícil que eso ocurra.
El tercer elemento es que la encuesta se realice “de forma independiente y verificable, idealmente, con una sola pregunta en una urna simulada”.
Lo primero se antoja razonable y hasta necesario: las corcholatas, la militancia morenista, pero también los ciudadanos en general no queremos que nos den gato por liebre. El proceso debe ser ejemplar.
Ebrard plantea que la muestra sea suficientemente representativa por Estado y a nivel nacional, con un universo de 20 o 30 mil encuestados, como ocurre con las encuestas del INEGI. Valdría la pena que así fuera.
Menos viable se antoja, sin embargo, que se formule una sola pregunta. Y es que si esta fuera, por ejemplo “¿quién cree usted que debiera ser el candidato(a)?”, el PRIAN y una serie de personas que no votarán por Morena, tendrían la capacidad de definir al candidato del obradorismo. Con todo, habrá que cuidar cómo se ponderan las distintas preguntas para que no se busque beneficiar a uno u otro.
Plantear condiciones para una competencia equitativa y justa no debiera verse como una postura a favor de uno u otro candidato. En mi caso, quiero que la próxima presidenta de México sea Claudia Sheinbaum, pero también que eso ocurra después de una competencia creíble, verdadera y justa. Es lo mínimo que nuestra democracia se merece.