Es una historia vieja y tantas veces vista, pero nos sigue causando desazón y siempre conlleva un elemento de indignidad: Las posturas que asumen los políticos cambian significativamente cuando pasan de la oposición al gobierno.

Ha ocurrido infinidad de veces con partidos de derecha o de izquierda. Ocurrió en los años ochenta con el PSOE, que prometía retirar a España de la OTAN, pero incumplió.

Pasó con Lula y su bandera de reforma agraria, que dejó de lado al llegar al gobierno, o cuando decidió continuar con la política económica neoliberal de su predecesor, Fernando Henrique Cardoso.

Le pasó a Rafael Correa, que despotricaba contra la dolarización como opositor y no la cambió o no pudo hacerlo en su gobierno.

Se repitió con Barack Obama, que no pudo retirarse de Irak en los términos prometidos, y más recientemente con Gabriel Boric, en Chile, que criticaba el uso de fuerzas armadas en el conflicto con los mapuches, y luego decretó un estado de excepción en la Araucanía.

En estos días volvimos a verlo con la discusión para postergar la presencia militar en tareas de seguridad. La prensa y los opositores se han encargado de recordarnos el giro discursivo que dieron varios morenistas, antes tan críticos de la presencia del ejército en las calles, hoy tan defensores de ella.

Pero el movimiento pendular de la política no involucra solo a quienes pasan de la oposición al gobierno; también a quienes hacen el movimiento inverso y quedan libres de la responsabilidad de gobernar.

Aunque los opositores quieran convenientemente olvidarlo, también ellos han alterado su discurso. ¿Cómo explicar que quienes antes iniciaron la militarización, y en 2017 defendían la Ley de Seguridad Interior, son los que hoy se dan golpes de pecho?

Dicen que siempre hay un tuit. Y en 2011, Marko Cortés escribió: “para mí es preferible la Marina y el Ejército, y no la PF [Policía Federal]. Por la eficacia de los primeros y menos corruptos que los segundos” ( ). Cualquier semejanza con los argumentos que hoy utiliza el presidente López Obrador es mera coincidencia.

Por eso es extraño que los medios y opositores solo se ocupen de ver los cambios en el campo oficialista y no en el propio.

El propio Gabriel Quadri decía en septiembre de 2018, en el contexto de la propuesta de creación de la Guardia Nacional: “La verdad, buena idea de AMLO de reconvertir a Ejército y Marina para tareas de seguridad interior. México no tiene amenazas de invasiones ni de conflictos externos…” ( ). Qué distinta la postura tiene hoy, siendo legislador opositor, cuando llama a “defender la Constitución”, denuncia un “auto-golpe militar” y asegura que las fuerzas Armadas y la Guardia Nacional “son un fracaso en tareas de seguridad pública” ( ).

Y para seguir con movimientos pendulares, vale la pena recordar cómo hace unos meses los aliancistas pusieron el grito en el cielo cuando Morena lanzó una campaña contra los “traidores a la patria”, exhibiendo las fotografías de los legisladores de oposición.

Pues esta semana las organizaciones civiles cercanas a la Alianza hicieron prácticamente lo mismo, al exhibir en un desplegado las fotografías de todos y cada uno de los diputados priistas que le estarían “fallando a México” si votaban por prolongar la presencia militar.

Los movimientos pendulares de la política, se dan de un lado y del otro. Alito Moreno es la mejor muestra de ello. ¿Cómo explicar que Andrea Chávez, la misma diputada de Morena que hace algunas semanas decía que era un “insulto” que un personaje tan cuestionado presida la Comisión de Gobernación, esta semana salió a agradecerle a los diputados (de Alito) por “no hacer politiquería barata”?

¿O cómo explicar que Ignacio Mier, que había dicho que el dirigente del PRI recibió moches, esta semana le reconoció “su valor” al respaldar la propuesta de Yolanda de la Torre?

Muy simple: porque la política es el arte de tragar sapos sin hacer gestos, como alguna vez escribió Carlos Fuentes. Y en esto no importa de qué color sean. Los políticos se parecen mucho más entre sí de lo que quisieran admitir.

Por eso, afortunadamente no todo es política en esta vida ni vale la pena perder amigos y afectos a causa de ella.

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