Nunca dejo de preguntarme si los comentócratas hacen una labor útil para entender nuestra realidad. En los últimos tiempos, esa pregunta me la hago cada vez más. ¿Qué tanto escriben cosas que ayuden a comprender lo que estamos viviendo?

Pareciera que más de uno no puede resistirse a adaptar la observación de la realidad a lo que dictan sus prejuicios, sus sesgos, sus fobias. La reciente visita a Estados Unidos, y la relación de AMLO con sus presidentes, es buena muestra de ello.

En la mente de muchos pareciera como si la relación con el vecino del norte hubiera dado un giro de 180 grados de la presidencia de Donald Trump a la de Joe Biden. Un giro donde AMLO habría pasado de ser un subordinado agachón a convertirse en un pendenciero bravucón.

A las pruebas me remito: En julio de 2021 Pablo Hiriart escribió: “Luego de una actitud abyecta ante Donald Trump, como no la había tenido antes ningún otro presidente mexicano en muchas décadas [¡nótese por favor!], López Obrador desenvainó la espada de Bolívar contra Estados Unidos .” ( ).

En una columna de enero de 2021 titulada “el buscapleitos”, Denise Dresser escribió: “López Obrador está buscando pleito con Estados Unidos, bayoneta en mano, como si estuviera en jaque tanto su hombría como el honor del país. Con Trump calló, pero con Biden gritará” ( ).

En la misma línea, Rubén Aguilar decía en julio de 2020 que López Obrador se “doblaba ante las órdenes del presidente estadounidense”. Ya para enero de 2021 escribía que nuestro presidente había adoptado con Biden un “tono antinorteamericano” ( ).

Ni siquiera Jesús Silva Herzog, serio y más ponderado que la media de los analistas, ha escapado a este tipo de juicios. En mayo de 2021, el politólogo escribía que AMLO había adoptado la “estrategia del silencio” con Trump y de la “provocación” con Biden.

¿De verdad ha sido así de abrupto el cambio de AMLO y su política exterior por el simple hecho de cambiar de un presidente a otro? Por supuesto que no.

Ha habido mucha más continuidad que cambio en la relación bilateral. Y en ambos casos —lo acabamos de ver con la última visita— el pragmatismo ha sido la principal característica. Se cede en algunos aspectos, se negocia en otros. Había tensiones en el ámbito energético, por ejemplo, pero se terminaron anunciando cuantiosas inversiones en el ámbito de las energías renovables. Y así sucesivamente.

Cambian los estilos, desde luego. La principal diferencia es que, con Trump, AMLO debía hacer una labor de contención que reducía el espacio de autonomía. Había que ser cuidadosos y en extremo prudentes. Con Biden, en cambio, para AMLO hay un margen de negociación algo más amplio que ensancha las posibilidades. En ese contexto nuestro Presidente eleva un poco la apuesta, adopta otro tono.

Pero nuestra esquizofrénica comentocracia, esa que le exigía alzarle la voz a Donald Trump cual si de algo hubiera servido, no puede siquiera concebir que ahora se incomode en lo más mínimo al Señor Presidente de los Estados Unidos. El que a ellos les gusta más.

Por fin, ¿qué quieren? ¿Será que siquiera lo saben?

Lejos de entender y alcanzar a explicar el movimiento real que se desarrolla ante nuestros ojos, esta opinocracia –a la que nunca nada le viene bien, y menos cuando se trata de López Obrador – sigue la máxima de John Locke: “Si la realidad no coincide con mis palabras, peor para la realidad”.

www.hernangomez.com.mx
@HernanGomezB

 

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