Todo parece indicar que la 4T logró doblarle las manos al impresentable Alito Moreno . Después de mostrar sus tropelías a través de Layda Sansores, como nunca antes se había exhibido un político en este país, el presidente del PRI pareciera volver al redil después del “jalón de orejas”.

Si ayer era el personaje más detestado del país, hoy lo vemos sonriente tomándose fotografías con el secretario de la Defensa, dándose abrazos y contándose secretos con el secretario de Gobernación en un sitio tan público como el pleno de la Cámara. La imagen dice más que mil palabras.

Vemos también a una de las diputadas del presidente del PRI, Yolanda de la Torre, ofrecer una solución alternativa a la reforma constitucional propuesta por el gobierno, la cual consiste en posponer la presencia de los militares en las calles a 2028. Una manera de patear el problema sin resolverlo, aunque también un posible punto de acuerdo.

Y vemos, mientras tanto, que la Sección Instructora de la Cámara de Diputados, donde toca discutir el desafuero a Alejandro Moreno, todavía no tiene fecha para convocar a sus integrantes. El contraste con la celeridad que se le dio al caso Cabeza de Vaca no puede ser más evidente.

Todo sea por la gobernabilidad, dirán algunos. Toca tragar sapos, dirán otros. Y no habrá quienes justifiquen todo esto desde el necesario pragmatismo. Habrá incluso quien piense que, al final del día, no hay manera de lidiar con un hampón de forma kosher o con prácticas políticas buena ondita.

En cualquier caso, queda un mal sabor de boca cuando vemos normalizada la extorsión, cuando notamos una vez más que la aplicación de la justicia en México sigue sujeta a criterios políticos, como escribía Jorge Zepeda.

Y la pregunta es inevitable: ¿cómo y con qué cara la 4T podrá justificar discursivamente dejar impune a Alito después de todo lo que nos reveló sobre él? Alguna respuesta tendrá que ofrecerle a sus propios simpatizantes y seguidores. ¿La tendrán?

No se trata de plantear una concepción enteramente principista de la política. Pero sí de preguntarnos: ¿Impunidad a Alito a cambio de qué? ¿Acaso se trata de aprobar la gran reforma que transformará la realidad de este país? ¿O tan solo de asegurar la presencia del ejército en las calles y hacer una reforma electoral que no es tan necesaria?

Quizás, en el fondo, se trate de dinamitar la Alianza por México y así asegurarse el triunfo en las elecciones de 2023 en Coahuila y el Estado de México, y las presidenciales de 2024.

Si de eso se trata, probablemente la operación termine dando réditos. Porque la alianza ya parece estar haciendo agua. Tres partidos ya anunciaron su decisión de suspenderla temporalmente, un año y medio después de haber sido creada.

Al final, esa alianza les permitió obtener ciertas victorias electorales, especialmente en la Ciudad de México y otras urbes del país, evitar que Morena alcanzara mayoría calificada en Diputados y frenar la reforma energética. Pero en el fondo Va por México es muy dependiente de los dirigentes de los partidos y sus cimientos son muy débiles. Puede caer fácilmente.

En consecuencia, lo que veremos en los próximos meses tal vez sea un adelanto de lo que algunos anticipaban para 2024: la reducción del PRI a un mero partido testimonial, con parte de sus cuadros migrando a Morena —convertido en un partido electoralista—, y la conformación de dos polos: la 4T y el PAN como principal oposición.

Y Alito, mientras tanto, seguirá velando simple y sencillamente por sobrevivir.

para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, planes para el fin de semana, Qatar 2022 y muchas opciones más.

www.hernangomez.com.mx
@HernanGomezB