Para nadie es sorpresa que las inteligencias artificiales han sido aplicadas a la más humana de las manifestaciones: el arte, y llevan un rato ya haciéndonos cuestionar si par que exista el arte hace falta tener a la persona detrás. Y es que estos tópicos están intrínsecamente ligados con las emociones, sentimientos, ideas y maneras de ver y recrear el mundo que tienen los artistas y que plasman en sus obras; también es cierto que el lector o espectador de una pieza artística también recrea a las obras y las dota de sus propias emociones, sentimientos ideas y maneras de ver el mundo, en ese sentido, y poniéndonos muy prácticos, a veces las concepciones que originan la pieza y todo el bagaje detrás del creador se vuelven relativas, y si bien son absolutamente necesarias a la hora de producir, no lo son quizás tanto para quien acaba consumiéndolas.

El gran compositor del romanticismo alemán, Ludwig van Beethoven, compuso su novena y última sinfonía en 1824, habría de morir tres años después, dejando una tradición (o maldición) no escrita entre algunos de los compositores que lo sucederían y que verían culminadas sus genialidades y vida después de terminar sus propias novenas; es el caso de Dvorak, Schubert, Bruckner o el enorme Gustav Mahler. Después de terminar aquella novena, considerada por muchos la obra maestra del compositor alemán, Beethoven empezó los bosquejos de su décima, que por cuestiones de salud ya no pudo terminar; sin embargo, el mes pasado un equipo de musicólogos y programadores sacaron a la luz su propuesta de décima producida a partir de aquellas notas e ideas dejadas por Ludwig, el proyecto lleva por nombre “Beethoven X: The IA Project”.

El algoritmo desarrollado por este equipo, aprendió lo que nunca se había hecho hasta ese momento: cómo elaboraba Beethoven un segmento musical, cómo armonizaba melodías, cómo enlazaba entre secciones; es decir, la inteligencia artificial tuvo que aprender los procesos creativos del compositor, por supuesto esto a través de analizar horas y horas de música, no sólo se trató de seleccionar notas

para construir una pieza armónica, la IA tenía que aprender las intenciones que pudo haber tenido Beethoven en esa inconclusa décima.

No es esta la primera vez que alguien trata de concluir esta obra, uno de los casos recientes fue la del musicólogo Barry Cooper quien en 1988 completó el primero y segundo movimientos; la escasez de bocetos había impedido a los artistas aventurarse más allá del primer movimiento; quizás por pudor, respeto o evitar actitudes pretenciosas frenaron a muchos a aventurarse en esta labor, la IA carece de esos sentimientos.

Sería injusto asegurar que un algoritmo terminó la obra inconclusa de uno de los más grandes compositores de todos los tiempos; más justo sería decir que fue un equipo de científicos, artistas y programadores quienes después de un año de trabajo y apoyados en la tecnología completaron aquella tarea. El resultado de ese trabajo es público, y puede escuchar esta obra en la siguiente liga de Spotify: o búsquela en su aplicación de streaming favorita o incluso en Youtube.

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