Pertenecer, definirse, identificarse, llevamos siglos intentando, desde este pedazo de mundo que llamamos México, concretar lo mejor posible estas ideas, y quizá estamos más lejos que nunca de conseguirlo. Un pasado remoto que no termina de aclararse, el presente que trata de asirse al resentimiento y nacionalismo como medio de búsqueda y respuesta; y al otro lado el placebo aspiracional y despreocupado del doble pasaporte. Y es que no sé si todos vivimos esta conmemoración de la misma manera, solo por ocupar un espacio entre dos fronteras, o siquiera si deberíamos. Quizá le hemos hecho más daño a los pueblos no conquistado: mixes, huicholes, etc., nosotros los mestizos de después de la independencia de 1821, que los antepasados, póngale usted las latitudes de origen que quiera, del siglo XVI; y quizás a un maya o a un tarahumara esta conmemoración tampoco le “conmemora” tanto. En lo personal, y si en mis orígenes puedo vislumbrar una especie de pasado propio, debería esperar otros diez años para conmemorar la caída del terruño que me es más cercano, aunque sin duda celebraría también los comienzos que ahí se originaron y que me tienen hoy aquí, tecleando en una terraza, con un café al lado y mirando de vez en vez al Ajusco.

No estoy desairando, aunque pueda parecer, eso que quiere rascar el casi indefinible sentido de pertenencia que es la conmemoración de los 500 años de la caída de Tenochtitlán, y aunque me alejan la tablaroca y las luces de neón, me siento profundamente atraído por otros esfuerzos, que desde el diálogo y el conocimiento pretenden esbozar mejor los mapas de la búsqueda de la identificación. En ese sentido, el proyecto de la Universidad Nacional Autónoma de México, México 500, es quizá uno de los pocos acontecimientos de este año que apelan, sin espejitos y espejismos, a revisitar los hechos y mirar al pasado de hace 500 años para entender, en la medida de lo posible, este complejísimo presente. Es cierto, no parte de una nueva narrativa de los hechos, que eso que pasó y cómo paso ya lo tenemos claro desde la infancia, pero aporta justamente a la historia a partir de las reflexiones que se han dado a partir de entonces, “entender el pasado como presente y el presente como memoria activa”, y es que es a partir de las ideas como México 500 busca desenredar las marañas de los distintos presentes a través de perspectivas culturales de las memorias comunitarias, desde lo macro o nacional; la discriminación, violencia de género, intolerancia y exclusión sí que pueden rastrearse, por lo menos, hasta esos orígenes. Charlas, conferencias, podcasts, videos, audios, libros y otras herramientas son las que se ponen a disposición del internauta que busca, más allá de las narrativas del típico libro de historia, acercarse a los hechos desde otras perspectivas y tender puentes con el pasado a través de las ideas de, también, nuestros contemporáneos. Mexico500.unam.mx es un buen punto de partida para conmemorar lo que aquí pasó aquel 13 de agosto de 1521, y que al mismo tiempo busca que cada uno se responda a esas eternas preguntas sobre nosotros y nuestros presentes.

herles@herles.mx

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