Tibio el aumento al presupuesto federal para la cultura de ese 2022 que subió poco más de mil millones de pesos para quedar en algo así como 15 mil veintiocho millones; solamente en gastos de operación se calculan unos 11 mil doscientos cuatro millones. Dentro de este presupuesto uno des rubros más castigados, por la reducción de recursos, será el de Servicios Cinematográficos con el 36.6 por ciento, en este caso van dos años consecutivos con recorte. Por otro lado, tras la desaparición de los fideicomisos de los que se nutrían el FONCA y cine, se crearon, para compensar, un par de programas nuevos identificados con los códigos U282 y U283 que tienen asignados 110 millones de pesos cada uno. La investigación científica, arqueológica, antropológica, servicios de educación superior y postgrado que respaldan la operación del INBAL y el INAH, recibió un aumento del 1.6 por ciento de recursos dirigidos a los distintos programas que ahí se desarrollan. Sin duda, y también sin sorpresa, el proyecto primordial de estas administraciones está enfocado en Chapultepec, que se comerá el 25 por ciento del total del presupuesto de la dependencia, ese es el gran proyecto cultural de esta administración. Quizá habría que voltear a ver a otros menos mediáticos que se gestaron con las mejores intenciones y que no acabaron de cuajar, en parte quizá por estos temas no poco importantes de los dineros, pero también es muy probable que lo administrativo y lo operativo, hayan flaqueado igualmente; pienso por ejemplo en los Semilleros Creativos , impulsados a través del Programa Cultura Comunitaria (PCC), que tuvo sus momentos, digamos, polémicos por las maneras de presentar conceptualmente las ideas, pero que en el fondo buscaban fomentar destrezas artísticas entre la población más joven del país, especialmente aquellos que se encontraban en zonas marginadas y con índices importantes de violencia. Este programa contaba con nada despreciables 400 millones de pesos en el 2019, 637 en el fatídico 2020 y casi la mitad, 221 mdp, en el 2021. A veces suena surrealista ver a algunas figuras públicas pedir a los delincuentes que dejen las armas y tomen un libro, cuando programas bien llevados y con recursos como Semilleros Creativos podría acercarnos a esas metas, por supuesto no a corto plazo. La cultura a largo plazo, la destinada a prevenir, sigue siendo un gasto y no una inversión a ser tomada en serio.
El aumento al presupuesto cultural se aplaudirá siempre, pero más recursos no garantizan mejor operación, estructuración de programas, administración y toda esa parte que poco tiene que ver con la creatividad y mucho con los fierros que hacen que todo funcione; y en ese sentido, la tecnología vuelve a ser la gran ausente a pesar de que en otras latitudes ha demostrado que puede paliar, por lo menos, las cargas operativas. Por supuesto, replantear prioridades y dejar un poco ese centralismo que está buscando una mejora estética en un punto específico de la ciudad, más que una mejora social en otras regiones del país, a través, de entre tantas otras cosas, la cultura y la tecnología.