La Real Academia Española (RAE), en colaboración con las academias de la lengua de América Latina, Filipinas y Guinea Ecuatorial, ha dado a conocer la octava y última actualización anual de la 23ª edición de su Diccionario de la Lengua Española. Este trabajo, publicado originalmente en 2014 y revisado en 2016, está destinado a reflejar las dinámicas culturales, sociales y lingüísticas del mundo hispanohablante. La próxima edición completa está programada para 2026, pero la versión digital sigue recibiendo ajustes anuales que marcan el pulso de nuestra lengua.

Este año, se realizaron 4.074 modificaciones, que incluyen enmiendas técnicas y ampliaciones. Aunque muchas de estas actualizaciones no serán perceptibles para el usuario promedio, destacan 609 nuevas entradas que capturan términos emergentes, reflejando los cambios y las tendencias de la sociedad actual.

En esta actualización, se incorporaron palabras relacionadas con la música, el arte y el entretenimiento, como blusero, rapear, funk y indie. También se añadió el término dramaturgista, ampliando el vocabulario técnico de las artes escénicas, y musealizar, ligado a la preservación y exposición del patrimonio cultural. Por otro lado, la popularización de las series de televisión ha llevado a una redefinición de temporada, ahora referida a ciclos de episodios en este formato.

La economía también tiene su espacio con términos como chiringuito financiero, asociado a fraudes económicos, y lobbista, reflejo de la creciente discusión en torno a la influencia de grupos de presión. Asimismo, expresiones de uso cotidiano como zona cero, zona de confort y a base de bien ahora tienen un lugar oficial en el Diccionario.

Un Diccionario panhispánico y digital

Dolores Corbella, académica y miembro clave en esta actualización, destacó la naturaleza colaborativa del proyecto. La RAE trabaja de la mano con las academias de América Latina, Filipinas y Guinea Ecuatorial, asegurando que las peculiaridades regionales encuentren representación en este repertorio panhispánico. Un ejemplo es la palabra chorro, que en Argentina significa “ladrón”, y burgao/burgado, que pasó de designar un caracol terrestre a un molusco marino, gracias a una solicitud ciudadana respaldada por investigaciones históricas.

El futuro del Diccionario apunta hacia un enfoque nativo digital, con ampliaciones que no solo reflejan la lengua estándar, sino también las variaciones que enriquecen el español a lo largo de sus territorios.

Las nuevas incorporaciones al Diccionario no solo enriquecen el vocabulario, sino que funcionan como un espejo de la sociedad contemporánea. Cada palabra que entra al canon refleja un cambio cultural, una nueva práctica o un concepto que se vuelve imprescindible para entender el presente.

Esta última actualización de la 23ª edición es un recordatorio de que la lengua, como la cultura, está viva. Con cada término agregado, el Diccionario se convierte en un documento que atestigua la evolución constante del español, adaptándose y creciendo con quienes lo hablan. La próxima vez que alguien diga que el español es un idioma estático, bastará con mencionar términos como groupie, indie o zona de confort para demostrar lo contrario. El idioma sigue, como siempre, moviéndose al ritmo de quienes lo usan.

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