En nuestros tiempos, en los que los más oscuros deseos y las necesidades más básicas están al alcance de un clic, la satisfacción parece no requerir nada mucho más allá del buscador normal. Hacer el súper a través de una aplicación podría parecer sofisticado (o muy hipster) para unos, para otros no es suficiente y entonces usan alguna otra en la que le piden a alguien que les haga las compras, o les mande arreglar el coche, o les consiga un helicóptero, aplicaciones que prometen conseguir lo que sea (mientras no sea ilegal) todo por un 10% del total de la factura a cambio como comisión.

La libertad de expresión está prácticamente garantizada en la web, cualquiera puede decir y mostrar lo que le venga en gana, desde el discurso más naíf hasta la pornografía más dura. Si casi todo es y está en la web parecería una absurdidad buscar más allá. La Deep Web tiene el estigma de ser el espacio en el que los delincuentes de todo tipo se mueven a sus anchas, desde el que vende el “churro” hasta el terrorista que quiere acabar con occidente, entrar a ese “barrio bajo” virtual se hace también bajo propio riesgo, aunque las medidas se extremen y la paranoia aparece.

Con todo, alguien, en ese mundillo vio que entre hackers, drogas y armas había necesidad de algo menos terrible, y como en cualquier barrio, por más peligroso que sea, llegó también una forma de expresión particular, un aporte a la cultura, esta vez con base en la literatura. The Torist (en referencia al servicio TOR) es la primera revista de la Deep Web en la que se debate y explora el mundo de las letras; uno de los editores. Robert W. Gehl, es profesor de New Media de la Universidad de Utah y ya venía experimentando con la literatura y el otro internet en algunos foros; el otro editor es anónimo y se conoce sólo como GMH.

La propuesta de The Torist es darle a los creadores anonimato (por supuesto) total, y con ello permitir la más absoluta libertad creativa; no hay ningún tipo de retribución económica para los editores y no se venden espacios para colgar anuncios,

tampoco se recopilan (por lo que tampoco se venden) los datos personales de los lectores; pero sobre todo los editores buscan quitar la imagen satanizada que tiene la Deep Web, mostrar que ahí hay algo más que criminales. El primer número de The Torist recoge trabajos de ensayo, poesía y ficción con una calidad no muy diferente (para bien y para mal) que la que se encuentra en la www, pero van a ir más allá tratando problemas propios del otro internet, como el fraude en línea, uno de los crímenes más comunes en el otro internet, The Torist será pues un referente cultural de la vida en la Deep Web.

Si bien los argumentos de gratuidad, libertad y anonimato de los autores no le son ajenos a la web más accesible, y que sin mayor dificultad estos podrían implementarlos cualquier revista en línea a la que podamos acceder los simples mortales, no deja de llamar la atención un proyecto como The Torist, que recuerda mucho a los que hacen en este lado de la realidad y que buscan ofrecer otra cara en los barrios bravos, en el caso de The Torist ¿valdrá la pena el riesgo?

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