Hace poco, un amigo periodista pedía mi opinión respecto a fuentes de consulta en internet, específicamente enciclopedias “que no fueran Wikipedia”, y esque el amigo en cuestión suele tener problemas con dicha fuente, más porque algunos de sus alumnos la usan “tramposamente” para elaborar trabajos que terminan siendo un “copy-paste” de dicha publicación, eso y además, agregó porque Wikipedia “no es del todo confiable”. El hecho de tener acceso a un recurso gratuito que está ahí gracias a la colaboración de cientos de personas que aportan el material, despierta suspicacias; aún así nadie quiere pagar por una Espasa Calpe o una Britannica, que también tienen opción de consulta desde una computadora por una cuota que resulta significativamente menor en comparación con la versión en papel, y con la garantía de ser las mejores enciclopedias en español e inglés que se pueden obtener. O la Encarta (¿todavía existe?) que aun en sus mejores años no resultaba tan costosa como las anteriormente mencionadas; eso sí, a pesar de que tenía actualizaciones constantes era muy limitada. Pagar por algo nos da cierta garantía tácita y una extraña dosis de confianza, el problema es que pocos están dispuestos a pagar.

Es cierto que consultar una fuente basada en software abierto y que puede ser editada casi por cualquier persona con una conexión a internet puede tener sus riesgos, hay que decir que la información en la más famosa de las enciclopedias en línea es revisada por expertos de manera frecuente. Dándole vueltas al asunto recordé un proyecto que conocí hace cinco años, “el autor” no era un ente anónimo sino la mismísima Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos -la más grande del mundo-, que contaba además con el apoyo de la UNESCO; se trata de la Biblioteca Digital Mundial (WDL son sus siglas en inglés). No había vuelto a reparar en dicha herramienta hasta esa conversación, recordaba que en aquel 2010 la enciclopedia estaba recién constituida, las entradas no eran muchas y el sitio era poco conocido. Después de la epifanía abrimos en una computadora la dirección www.wdl.org, ya se podía consultar en ocho idiomas, español incluido, y había crecido sustancialmente.

Salí del sitio donde había tenido lugar la charla con la intención de analizar a fondo la evolución de un proyecto que tenía mucho a su favor, desde los recursos académicos hasta los económicos. La enciclopedia tiene hoy más de 11 mil artículos publicados, la información corresponde a 194 países en un periodo que va desde el siglo XII a. C. hasta el año 2000 de nuestra era; por el momento los 11 mil artículos (pocos si se comparan con otras opciones) están enfocados en la creación de líneas históricas, mapas y documentos antiguos; encontrará, por ejemplo, los textos árabes de los que derivó el álgebra, la primera grabación de la Marsellesa, el Universalis Cosmographia (1507) considerado el primer mapa que incluía al continente americano, entre otras curiosidades. La WDL no pretende sustituir a la Wikipedia o a cualquier otra enciclopedia en línea, es una herramienta que apoya significativamente a las más conocidas que se encuentran disponibles, con la particularidad que aun con los respaldos mencionados sigue siendo gratuita y contiene material que no hallará en ningún otro lugar.

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